«Ama el arte. De todas las mentiras es la menos falaz»

Gustave Flaubert


martes, 22 de noviembre de 2011

La vera Roma

'Historias de Roma' (RBA)


Llevo un par de días en un estado de pre levitación, pensando en que llegaría este momento. Cuando, con Nino Rota de fondo, hablaría de Historias de Roma (RBA). Y el momento por fin ha llegado aunque, ahora, no sé muy bien qué decir. Después de leer a Enric González uno se da cuenta que está él, y después el resto del mundo. Creo que él ha despertado en mí la envidia, algo qúe no me pasaba desde hacía mucho tiempo. Tanto, que ni me acuerdo.

Enric González es, en mi opinión, el mejor periodista que hay ahora mismo en este país. Su experiencia de años como corresponsal en El País le han dado ese talante que los demás, a veces, ni tan siquiera podemos soñar. Historias de Roma es el resultado de una de esas corresponsalías, y una crónica perfecta de una ciudad que, como él mismo dice en varias ocasiones, cadece de verdad.

Roma no tiene verdad porque está construída a base de pequeños pedazos. Los mismos pedazos que componen el libro. Un índice aparentemente sin sentido, que da saltos temporales que van desde el Imperio Romano hasta el derby Roma-Lazio. Pero, sin embargo, no hay otra manera de concebir esta ciudad que, por mucho que la conozcamos, siempre nos quedaremos con la sensación de que nos quedan muchísimas cosas por descubrir.

Historias de Roma sirve para calmar un poquito esa impresión. Porque nos confiesa esas cosas que pasan inadvertidas, esas costumbres y anécdotas que no aparecen en las guías de viaje. Porque lo mejor de Roma es la esencia. La esencia no sólo de eternidad, sino también de caos, de desorden y, a veces, incluso de drama.

A Enric González le agradezco que haya querido compartir sus secretos. Y también su experiencia. Y a Carlos le agradezco que me haya regalado Historias de Roma. Y muchas más cosas.

Media hora

'¡Indignaos!' (Destino)




Tan solo necesitamos media hora para indignarnos. Mejor dicho, para leer ¡Indignaos! (Destino), de Stéphane Hessel. ¿Motivos? Seguro que en Sol podrían daros más, teniendo en cuenta que el librito ha servido de inspiración (o eso dicen ellos) a un movimiento que ha tenido en un sinvivir a las fuerzas políticas durante varios meses. Yo, principalmente, lo leí por curiosidad. Porque me parecía sorprendente que aún hoy, de vez en cuando, aparezcan lecturas que puedan "inspirar" una especie de revolución. Y no fue hasta que lo terminé, cuando lo entendí todo.


La indignación es necesaria para ser felices. Porque es eso lo que nos lleva a hacernos preguntas y, sólo así, podremos encontrar las respuestas adecuadas. ¿Es justo? ¿Es ético? ¿Es moral? Algunos pensaréis que hablo de cosas de otro mundo, porque todos sabemos que hay ciertos términos que últimamente no están muy de moda. Pero ¿entonces? ¿Qué nos queda? ¿Cómo marcamos los límites de lo que se puede hacer y lo que no? Y no me refiero, ni mucho menos, a cuestiones teológicas. Simplemente, al buen gusto. No puedo amenazar a alguien porque no me ceda su sitio en el Metro, igual que no puedo escupir a alguien que pase a mi lado porque no me guste su abrigo, o como tampoco puedo taparme los ojos cuando veo alguna injusticia a mi alrededor. Si me diese igual, sería menos feliz. Al contrario de lo que puedan pensar algunos.


¡Indignaos!, independientemente de la ideología que uno profese, es una llamada a la acción y de atención. Pero no a una acción en un sentido temerario, violento o radical. Sino a una acción de pensamiento y, por supuesto, de conciencia. De conciencia social (otro término que también está de capa caída). Porque no nos puede dar igual que nuestros abuelos, nuestros padres, lucharan por una situación que nosotros no consideramos ni tan siquiera heredada sino realidad sin más. Lo hay porque lo es y punto. Pero eso es mentira. Todo es relativo y no podemos vivir sin memoria. Porque si nos olvidamos de ella, entonces no somos más que marionetas.


Leer a Hessel es como leer a Marx o el Manifiesto Futurista de Marinetti. Más allá de la política, de la implicación y todas esas cosas, este tipo de textos son necesarios para comprender un poco más el mundo. Sólo acercándonos a la causa, podremos intentar entender el efecto. Y luego posicionarnos. Aunque sea como meros conocedores de la historia. Y, al fin y al cabo, tan sólo necesitamos treinta minutos.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Paseando por Lisboa

'Sostiene Pereira' (Anagrama)


Acusadme de vintage, pero no me resisto a reseñar Sostiene Pereira (Anagrama), de Antonio Tabucchi. Me habían hablado maravillas pero, sin embargo, ha llegado a mis manos tarde. Cuando mi chico y yo aún no habíamos cambiado Roma por Lisboa.

Me encariñé de Pereira desde el primer momento. Supongo que tiene todos los ingredientes para ser un personaje entrañable: un hombre de avanzada edad, viudo y con extrañas costumbres. No sé porqué, pero desde el inicio me lo imaginé como ese tipo de personas resignadas a vivir. O, mejor dicho, que se resignan a que su hora no haya llegado todavía.

El resto de personajes ayudan a construir un flujo narrativo perfecto, en el que el único antagonísta identificable son las circunstancias (socioculturales). Porque a pesar de que Tabucchi nos sitúe en la Europa de principios del s. XX, sabe perfectamente que aún las heridas no han cicatrizado. Y, como decía Yonnet, vivimos un poco "con las mandíbulas y los puños apretados". Y más en días como hoy.

Pero Sostiene Pereira no es sólo una novela exquisita y entretenida, fruto del encanto de uno de los italianos contemporáneos con mejor pluma. Sostiene Pereira es una maravillosa guía de Lisboa, que consigue transmitir esa esencia nostálgica y melancólica que sólo conoce quién ha tenido la suerte de visitar la ciudad. Eso sí: una vez terminado el libro, se quiere volver. Pero ya no cómo un turista más, no. Ahora lo que apetece es tomar una tortilla, beber un oporto y sentarse en cualquier rincón de La Alfama a verlas venir.

No hay nada mejor que, después de intervenir tiempo y expectativas, un libro nos deje con buen sabor de boca. Y, desde luego, Sostiene Pereira es una de esas obras que sobrevivirá al paso de los años. Murando a mejor, como hace el buen vino. Y como hace el propio Pereira.

domingo, 20 de noviembre de 2011

¡Esto no es ninguna vida!

'La vida después' (Planeta)

Hará por lo menos un mes que leí un artículo sobre que el chick-lit estaba de capa caída. Pocos días después, veo a Marta Rivera de la Cruz presentando su último libro, La vida después (Planeta) en la televisión. Soy periodista, y reconozco que me pudo la vanidad de relacionar aquella reseña que hablaba de la crisis de un género con una novela de dicho género. Y, encima, “made in Spain”.

La vida después cuenta una historia que no me creo. Una historia que me aburre y que es como si la autora me la estuviese metiendo con cuchara a lo largo de las casi cuatrocientas páginas. La protagonista es cargante, arrogante y maleducada, aunque Rivera de la Cruz intente dibujarla como una estrella de la vida moderna. Como una “encantadora de serpientes”, como la mujer de 90-60-90 que todos admiran, veneran y endiosan únicamente porque su físico decoroso en las fiestas.

Los escenarios por los que nos llevan es otra muestra de la pedantería de un libro que es una especie de “querer y no poder”: el Manhattan de Sexo en Nueva York, el París del pret-à-porter y el Madrid de la falsa intelectualidad. Una mezcla bastante complicada y que sólo podría salir bien si la novela la publicas en SM, colección El barco de vapor.

La vida después se supone que quiere ser una reflexión sobre si la amistad pura entre un hombre y una mujer es posible. La tesis que mantiene la autora es que sí, aunque si mi novio tuviese una amiga como la protagonista haría todo lo posible porque no apareciese por su fiesta de cumpleaños. Y ahí es donde viene la inverosimilitud: ella, tan inteligente, tan viajada y tan leída, no se explica porqué para el resto del mundo es como la menstruación, que siempre aparece en el momento más inoportuno. Aunque, en este caso, el “resto del mundo” también deja mucho que desear.

Marta Rivera de la Cruz ganó el Ateneo Joven de Sevilla. Un certamen que, viendo la lista de premiados, lleva generándome serias dudas últimamente. También fue finalista del Planeta en el 2006 con En tiempo de prodigios. No he leído nada más suyo y creo que no lo leeré. Pasar de 1Q84 a La vida después es como que te den una buena patada en el estómago pillándote desprevenido. Así que si no queréis perder el tiempo, no seáis tan tontos como yo y ni se os pase por la cabeza hacer deducciones por métodos analíticos. No sé si el chick-lit está de capa caída o no pero, desde luego, La vida después es un libro que embrutece una biblioteca.

We R Open

No sé cómo el “Vuelvo (casi) en un momento” se convirtió en un abandono de mal gusto. Sin cartelito en la puerta, sin excusas y, lo que es peor, sin remordimientos. Obligarme a escribir sobre libros era una buena costumbre. Me mantenía la cabeza sobre los hombres, y me depuraba la mente varias veces a la semana. Pero quienes tenéis la mala suerte de conocerme sabéis que yo tengo la desvergüenza de cambiar de ruta espontáneamente. Y sí, lo reconozco: la constancia es mi asignatura pendiente.

Pero tengo mono. Creo que necesito volver aunque, esta vez, sin pretensiones ni presiones. Cosa que también se me suele dar mal. Pero… ¡qué le vamos a hacer! Las promesas que las haga la Iglesia. Y yo, únicamente, se las hago a mi novio.

Vuelvo a los libros e intentaré volver, con cierta regularidad, a escribir sobre ellos en mi blog. ¿Debería pedir perdón por la ausencia? No. No creo que a nadie le doliese demasiado mi marcha… Y también espero que no duela demasiado mi vuelta.

martes, 12 de abril de 2011

Vuelvo en un momento


¡Ni yo misma puedo creerlo! Pero ¡me voy de vacaciones! Después de un año de estrés, donde mis días libres han llegado con cuentagotas, es necesario que pase una semana liberada de obligaciones. Prometo no pensar en el trabajo, ni en las noches canallas en Madrid, ni en mis "obligaciones" literarias y, en general, en nada de nada. Tan solo mis amigas y yo, aunque las consecuencias de tal intermedio, a la vuelta, pueden ser tremendas.

¿Mi destino? Os doy un adelanto aunque, cuando regrese, quizás os cuente con mayor detalle... ¡No os marchéis! Por lo menos, los que un día decidisteis quedaros...


martes, 5 de abril de 2011

Catorce meses

'El mes más cruel' (Impedimenta)

Suele pasarme a menudo, que el relato corto se me queda escaso. Y valga la redundancia. Quizá el problema es mi manera de concebir el mundo, cómo si cada diminuta partícula y cada sustancia a mi alrededor fuesen parte de un todo indomable, incomprensible y, por supuesto, inevitable. Aún así, existen excepciones. Por quedarme en los contemporáneos (para que luego no me cuelguen el sambenito de nostálgica), citaría a Sergi Pàmies o a Quim Monzó (ambos publicados por Anagrama), y ahora también a Pilar Adón, que con su excelente El mes más cruel (Impedimenta) ha conseguido dejarme con un buen sabor de boca.

En los catorce relatos que conforman el libro, predominan las mujeres. La visión femenina es la que conduce por el misterio de las relaciones personales, de los lazos invisibles que provocan que dos personas no se puedan separar. Y como el tema es complicado de per se, era de esperar la lectura no fuese precisamente baladí. Cada cuento es un pequeño universo, incompleto y hermético, cargado de equis que encierran sutileza e ingravidez pero, sobre todo, ambigüedad, suposiciones y elipsis incompletas. Como explican desde la editorial: “El mes más cruel es una esmerada colección de recetas para sobrevivir a la pérdida, a la separación, la locura y el miedo”. El único problema es que el remedio tiene forma de literatura, y no de fórmulas matemáticas.

Pilar Adón fue galardonada, en 2005, con el Premio Ojo Crítico de Narrativa tras la publicación, ese mismo año, de Viajes Inocentes (Páginas de Espuma). Pero el libro no sólo le valió numerosos galardones sino también que la crítica la señalara como una de las escritoras más prometedoras del panorama narrativo español. Con varios libros en el mercado, la dulzura y excelencia literaria de la madrileña ya no es pura utopía y, como los buenos, consigue superarse a sí misma a cada paso que da.

El mes más cruel no pasa desapercibido aunque, en mi opinión, lo mejor es que no necesita etiquetas ni esfuerzos en la recomendación. Y, por supuesto, siempre es un placer leer literatura sobre mujeres que no sea, únicamente, para mujeres.