«Ama el arte. De todas las mentiras es la menos falaz»

Gustave Flaubert


miércoles, 30 de marzo de 2011

La historia de 'otra' familia

'París-Brest' (Acantilado)

París-Brest (Acantilado), de Tanguy Viel, es una novela pequeña que uno puede leer, prácticamente, sin darse cuenta. Precedida por las buenas críticas que había tenido en Francia, comencé a leer cargada de interés pero, ahora que la he terminado, no soy capaz de decidir si realmente me ha gustado.

Me pasa con algunos libros, pero supongo que es culpa mía. Culpa de los prejuicios que he ido adquiriendo a lo largo del tiempo (a costa de leer casi de manera obsesiva) como, por ejemplo, la idea de que toda la literatura made in Francia va a interesarme. Imagino que parte de esa obcecación es consecuencia de haber tomado lecciones existencialistas en los libros de Camus o de Malraux (por nombrar algunos), de los que aprendí a mirar (con dignidad) la parte más angustiosa del mundo.

París-Brest habla sobre la familia de Louis, protagonista y narrador. Cuenta las terquedades de una madre burguesa cargada de monomanías por vivir a tono con los que ella ve como semejantes, de un padre corrupto que se ve obligado a exiliarse de la ciudad, de una abuela que al final de los días hereda una gran fortuna, y de Kermeur hijo (quizá el personaje más interesante), al que el protagonista apunta como el culpable de todos sus errores.

Los primeros capítulos coloca al lector en los antecedentes de la familia, y explican el por qué Luois termina decidiendo exiliarse a París y sólo regresar tres años después, para pasar las Navidades con la familia. Con agilidad y soltura, a veces con alguna dosis de seducción, París-Brest disipa las dudas del talento descriptivo de Viel, cuya pluma permite elucubrar sobre los puntos autobiográficos.

Decía el gran Tolstoy que “todas las familias felices se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera”. Supongo que es aquí donde entra en juego el lector, ya que el hecho de que esta historia no sea la historia de su familia, sino la de otro, le permita apreciar con mayor facilidad la amplia gama de grises.


viernes, 25 de marzo de 2011

Existencialismo y amor adolescente

'Richard Yates' (Alpha Decay)


He leído Richard Yates (Alpha Decay), de Tao Lin, mientras escuchaba a Julie Dorion. Supongo que no es una forma de empezar una reseña literaria pero creo que me daré el gusto de pemitírmelo ya que, al fin y al cabo, el libro tampoco hace caso a las formas clásicas de narración. Los escenarios de esta novela son el chat de Gmail, emails, sms y llamadas telefónicas, el hábitat natural de los adolescentes del siglo XXI.

En Richard Yates (autor del mítico Revolution Road y cuya lectura es recomendable para descubrir los dobles sentidos de Lin) se cuenta la historia de Haley Joel Osment y Dakota Fanning. Él, un tipo de veintidós años con pretensiones de convertirse en un escritor (seguramente "maldito"), y ella, una adolescente de dieciséis años que convive con una madre histérica y un hermano drogadicto. El pan de cada día de la sociedad norteamericana, o el lugar común que el cine ha creado de la juventud norteamericana: un poco decadente y atormentada, underground y que, poco a poco, se va ahogando en su propia existencia. De hecho, esta es una novela existencialista. No faltan las referencias a Sartre o Beckett, a la depresión y al suicidio. Algo que resulta paradógico teniendo en cuenta las frases telegráficas con las que se forma la novela, o la banalidad de alguna de las conversaciones de toda la novela.

Supongo que de alguna manera, su autor es otro de los jóvenes estadounidenses (tiene veintiocho años) que se burla del idílico "sueño americano" ya que Richard Yates tiene un punto melodramático y tormentoso, escondido en la aparente simplicidad de su contenido. Una novela que dentro de unos años (pienso) hará las funciones de libro de cabecera para entender a la juventud de la Era Digital, así como El dueño de la historia (El Aleph Editores), de Malcolm Bradbury, sirve para conocer la revolución sexual de los 70 en Londres. Por ejemplo.

Muchos consideran que Tao Lin está destinado a ser uno de los grandes nombres de la literatura del siglo XXI. A tomar un relevo que, como apuntan desde la editorial, sabe un poco a Douglas Coupland y a Bret Easton Ellis. Imagino que hay algo de cierto, aunque dejaré que pase un tiempo antes de retomar su lista bibliográfica. Algo que haré seguro. Algo que volveré a leer con música.

martes, 22 de marzo de 2011

Cosas de valientes

Mercedes Pinto

Hace un mes, pasé varias semanas acercándome a Mercedes Pinto (Tenerife, 1883 – México D.F., 1976), la escritora y poetisa canaria que ha estado encerrada en una celda del olvido popular durante muchos años. Me pregunto cuántos personajes habrá en la Historia como ella. Cuántos y cuántos nombres habremos perdido con el paso del tiempo.

Lo que más me impactó al estudiar la biografía de Pinto es que creo que fue una mujer feliz, a pesar de que su camino estuviese lleno de baches. En 1909, con sólo 21 años, se casó con Juan de Foronda, un hombre excesivamente machista, autoritario y diabólico que, en cualquier momento, habría podido matarla. Por eso Pinto huyó a Madrid, para intentar escapar del hombre que, muy probablemente, habría sido en su verdugo.

En una España, la de Primo de Rivera, en la que la mera palabra divorcio sonaba a algo más que a pecado, Mercedes Pinto se subió en 1923 al estrado de la Universidad Central de Madrid y pronunció su mítico discurso, El divorcio como medida higiénica. El aula magna estaba llena de hombres, casi todos médicos, que debieron intuir el revuelo que aquella intervención causaría, días después, en la opinión pública. Sin embargo, Pinto sólo estaba pidiendo una cosa: que la justicia española de principios del siglo XX protegiese a las víctimas de sus maltratadotes o, al menos, que las permitiese divorciase de ellos.

Tras el discurso y un breve desencuentro con la princesa doña Paz de Borbón, Mercedes Pinto se vio obligada a exiliarse a Latinoamérica. Será en este continente donde la tinerfeña recuperará las ganas de vivir junto a sus hijos y su segundo marido, Rubén Rojo. Pinto desarrollará su carrera intelectual hasta su muerte, en 1976, al regreso de unas conferencias en Cuba. En su estancia en América del Sur, conocerá a Luis Buñuel (quién utiliza su novela más célebre, Él (Ediciones Escalera), para rodar su película homónima, basada en la experiencia de Mercedes con el maltrato) o Pablo Neruda, que le dedica unos versos que decoran su tumba: “Mercedes Pinto vive en el viento de la tempestad,/ con el corazón frente al aire./ Enérgicamente sola,/ urgentemente viva./ Segura de aciertos e innovaciones,/ terrible y amable en su trágica/ vestidura de luz y llamas”.


jueves, 17 de marzo de 2011

Periodistas científicos vs. Científicos periodistas

'Mala ciencia' (Paidós)

Japón está viviendo unas horas críticas. El planeta vive a la espera de noticias desde Fukushima y, aunque las informaciones que van llegando son contradictorias, los medios de comunicación se apresuran a anunciar el Apocalipsis Nuclear. ¿Realmente estamos a la espera del fin del mundo, o ante un nuevo ejemplo de mala praxis periodística?

El psiquiatra y columnista británico Ben Goldacre, en Mala Ciencia (Paidós) no duda en señalar a los periodistas como los grandes culpables de las mentiras y las leyendas urbanas que giran en torno a la ciencia. Para él “las personas de los medios de comunicación son titulados en áreas de humanidades con escasos conocimientos sobre ciencia, que, además, se enorgullecen de su ignorancia en la materia”. De esta manera, el libro reabre el eterno debate sobre en manos de quién ha de estar la divulgación científica.

Goldacre introduce su reflexión en torno a las charlatanerías y falsedades que giran alrededor del universo científico aludiendo al mítico discurso de C. P. Snow sobre las “dos culturas”, en el que explicaba la incomunicación que existía entre las humanidades y las ciencias: “Los científicos creen que los intelectuales literarios carecen por completo de visión anticipadora, que viven singularmente desentendidos de sus hermanos los hombres, que son en un profundo sentido anti-intelectuales, anhelosos de reducir tanto el arte como el pensamiento al mundo existencial”. Sin embargo, Show no habló sobre cuáles son los “buenos” y quiénes los “malos”, cosa que Goldacre esclarece al afirmar que “en la actualidad, los científicos y los médicos se ven superados en número y en potencia de fuego por nutridos ejercicios de individuos que se sienten autorizados a emitir juicios sobre asuntos que son una simple cuestión de evidencia, pero sin preocuparse siquiera por adquirir un nivel básico de comprensión de las materias por tratar”.

La solución ante tal conflicto sobre la incapacidad que poseen los periodistas para emitir información científica puede tener dos soluciones. Por un lado, que dichos mensajes se difundan a través de medios especializados, como por ejemplo la revista inglesa New Scientist que en 2008, coincidiendo con la edición original, calificó el libro de Goldacre como “una de las lecturas esenciales del año”. Este tipo de formatos, por cuestiones de natura, tienen la capacidad para desarrollar el procedimiento de una investigación científica, así como detallar los matices empíricos realizados en dicho estudio que, por otra parte, se asemeja formalmente a la estructura de análisis e investigación social dada por Berganza Conde en Investigar en Comunicación (Mc Graw Hill). El segundo remedio es que los científicos ocupen puestos en medios de comunicación de masas para que quede en sus manos la labor de transmisión informativa de la ciencia. De este modo queda asegurado, pues, que cuando quien decir apoptosis, por ejemplo, digan apoptosis y no muerte celular. Porque, como Goldacre indica: “Adquirimos la información de la boca o de la pluma de las mismas personas que han demostrado en reiteradas ocasiones su incapacidad para saber leer, interpretar o dar testimonio fiable de las pruebas verdaderamente científicas”.

La ciencia como producto

En Mala ciencia también se habla de la realidad que se esconde tras multitud de estudios que se disfrazan de logros y avances científicos, a través de casos concretos que el autor ha ido recopilando a lo largo de los años. Por ejemplo, el del doctor Cliff Arnall que, como Goldacre explica “es el rey de las noticias sobre ecuaciones matemáticas especiales, y entre su producción más recuente se incluyen las fórmulas para calcular el día más deprimente del año, el más feliz, el puente festivo más perfecto y otras muchas (muchísimas) más”. En el caso del 2008, la investigación de Arnall para determinar cuál era el puente ideal para reservar unas vacaciones estuvo patrocinada por Sky Travel.

A pesar de que el libro se centre en la realidad británica, en España también hay ejemplos de que detrás de muchas de las informaciones científicas que los ciudadanos reciben diariamente a través de los medios de comunicación se oculta el departamento de RRPP y marketing de alguna empresa o multinacional. La Universidad (privada) de Navarra, en 2004, realizó un estudio sobre las propiedades de Actimel cuyos resultados no sólo servían para otorgar un certificado de calidad al producto sino que, además, Danone convirtió dicha investigación en la protagonista de su campaña publicitaria.


miércoles, 16 de marzo de 2011

Rarezas y joyas

'Ella era Hemingway. No soy Auster' (Alfabia)


Hoy no hablaré de contenido, sino de forma. Porque hace unos días, intentando poner un poco de orden en mi biblioteca, me encontré con un pequeño libro de Enrique Vila-Matas,Ella era Hemingway. No soy Auster (Alfabia) del que me había olvidado por completo. Supongo que su diminuto tamaño (unos diez centímetros) y sus escasas cuarenta páginas fueron determinantes para no captar mi atención en un primer momento. Recuerdo haberlo comprado hace un par de años. Por aquel entonces, tras la lectura de El viento ligero de Parma(Sexto Piso) me había obsesionado con Vila-Matas, y me apetecía leer todo lo que había escrito, especialmente ensayo.

Al recuperar Ella era Hemingway. No soy Auster he sonreído. No sólo porque fuese como adquirir el libro otra vez sino porque, además, la edición me ha parecido encantadora. Y es que, los que amamos la lectura y hacemos de la literatura casi nuestra forma de vida, no nos conformamos sólo con ir a un centro comercial y adquirir un bolsillo del último best seller sino que llega un momento que cruzamos la diminuta línea que separa la bibliofilia de la bibliomanía y nos convertimos en auténticos depredadores de ediciones raras y especiales.

Supongo que no seré la única que piensa que, por mucho que ese invento llamado TIC se vaya adueñando poco a poco de nuestras rutinas, en el pasar páginas de un libro se esconde una magia implícita que nos hace ser más felices. Sobre todo, cuando los editores se esfuerzan por ofrecer al lector un (señor) objeto, y no un mero producto de fast culture.

Soy plenamente consciente de que, en los tiempos que corren (que parecen inspirados en la película del visionario Chaplin), no es el momento más adecuado para incitar a la compra de buenas ediciones pero, como mirar es gratis, ni la crisis ni la ministra de Cultura pueden impedirnos que dediquemos una tarde de librería en librería a contemplar lo maravillosamente bien publicados que están algunos libros. La edición, a mi modo de entender, también es un arte que (por suerte) no escasea pero con el que (por desgracia) tan solo unos pocos llegan a fin de mes.


lunes, 14 de marzo de 2011

La nostalgia de Lorca

'Mi pueblo y otros textos vegueros' (Barril & Barral)


Reconozco que no soy amante de la poesía. Mi problema no es el de los estudiantes norteamericanos que no tienen reparo en admitir que no entienden a Alexander Pope o a Emily Dickinson. Lo mío no es una cuestión de falta de comprensión sino que, por lo general, la poesía no consigue emocionarme y quizá por ello siempre me halla acercado a ella de puntillas y cargada de prejuicios. Sin embargo, estaba esperando con impaciencia la publicación de Mi pueblo y otros textos vegueros (Barril&Barral), una antología de textos en los que Federico García Lorca hace referencia a Fuente Vaqueros.

A lo largo de toda su obra, Lorca mostró una relación muy especial con el pueblo granadino en el que nació en 1898 y que abandonaría en 1918 para trasladarse a Madrid. Su estancia en la Residencia de Estudiantes supondría el despegue de su carrera literaria, con la que encabezaría la Generación del 27. En cualquier caso, incluso en sus obras más célebres como Bodas de sangre o Poeta en Nueva York, puede verse cómo Lorca siempre estuvo sentimentalmente unido a la vega de Granada, de la que siempre se acordaría con nostalgia y melancolía.

Para Lorca, Fuente Vaqueros representa una etapa de su vida feliz, junto a su familia y sus compañeros de colegio, en la que se acercaría por primera vez al arte. Sin embargo, su pueblo y su gente también personifican lo terrenal, la vida mundana cargada de injusticias, necesidades y sacrificios. Por ello, esta recopilación de textos de prosa y de poesía sirve para comprender mejor la obra lorquiana, mucho más profunda, intelectual y misteriosa de lo que muestran los libros de texto.

Mi pueblo y otros textos vegueros incluye Alocución al pueblo de Fuente Vaqueros, un discurso que García Lorca pronunció en septiembre de 1931 cuando fue el encargado de inaugurar la biblioteca municipal. Esta plática es de destacar porque en ella queda reflejado el enorme amor que Lorca sentía por los libros, y cómo estaba convencido de que la literatura y la cultura dignificaban la vida. “Cultura. Cultura, porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz”. Yo, setenta años después, sigo pensando lo mismo.

viernes, 11 de marzo de 2011

Decorando el muro

'Viaje con Clara por Alemania' (Tusquets)


Nadie ya duda de que Aramburu sea uno de los escritores más doctos del panorama literario español. Su anterior libro, Los peces de la amargura (Tusquets), además de valerle unos cuantos premios, se convierte en un manual para aquellos que quieran entender el conflicto vasco. Quizá por ello nadie sospechara que con su última novela regalaría al lector una historia doméstica, las idas y venidas de un matrimonio que emprende un viaje por Alemania por motivos profesionales. Clara, inapetente profesora con pretensiones de escritora de éxito, recibe el encargo de escribir una guía sobre su país, haciéndose acompañar por su marido (un español que acepta que se le conozca únicamente como Ratón), que accede gustoso a servirle de asistente, ayudante, chófer, mozo o esclavo. Serán precisamente las memorias de este, la bitácora que va redactando durante su viaje, lo que el lector conozca y, por tanto, lo que le convierte en un privilegiado ya que tras el cuaderno de Ratón se esconde la soberbia narrativa de Aramburu que tampoco esta vez defraudará a los que hayan decidido invertir su tiempo y su dinero en este libro.

Viaje con Clara por Alemania (Tusquets) es una novela que se debe leer despacio. Que en ocasiones hay que dejar reposar para así poder mirar con cariño a los personajes que, como a un hijo revoltoso, se les termina queriendo. Ratón es Ratón desde la primera página hasta la última, aunque alguna vez se le pueda acusar de cierta falta de madurez y valentía para enfrentarse a las crisis creativas de Clara, que a menudo la transforman en una histérica y una neurótica, frivolizando sobre aquellas cosas que endiosa. Esta paradoja resulta verosímil gracias a la grandeza literaria de Aramburu, que demuestra que sus veinticinco años residiendo en Alemania le han hecho un experto conocedor de los entresijos del país, tanto a nivel geográfico como a nivel social.

Aramburu no se cohíbe a la hora de parodiar la literatura de viajes, de la que demuestra ser un experto. Aludir a Wolfgang Borchert para relatar una escena en un prostíbulo de Hamburgo o utilizar a Thomas Mann para introducir el descanso con el que se obsequia voluntariamente Ratón en una estancia de la Buddenbrookhaus, le sirven para lanzar la prerrogativa de que es necesario crear alternativas para este género literario, mitificado y encumbrado gracias al paso del tiempo.

El recorrido por la tierra de Hesse por el que nos conduce Aramburu requiere un dilatado fetichismo por la cuna de La Bauhaus y un apego especial a la literatura de señores, al más estilo Joyce o Calvino. A pesar de que la trama parezca detenerse por momentos, el lector se sentirá refugiado en una narrativa especialmente cultivada y elaborada que le guiarán por treinta y cinco capítulos que, probablemente, requieran que el lector recurra a Stendhal para hallar la guinda a una novela cuyo único pecado podría ser el exceso de calidad literaria. Pero en tiempos en los que la cultura de masas marca el rumbo de la producción artística, padecer una afección romántica es todo un regalo que sólo unos pocos expertos podrían convertir algún día en epidemia.

jueves, 10 de marzo de 2011

El placer de recordar

'Sobre la felicidad a ultranza' (Periférica)


Supongo que ya os habréis dado cuenta de mi especial debilidad por la literatura sin pretensiones, por los libros que surgen por mera casualidad o por la más asombrosa genialidad de ciertas personas que, el día menos pensado, les da por convertirse en autores. Muchos criticarán esta teoría mía y dirán que no hay nada que surja por que sí, y que tras una apariencia de encadenadas contingencias, se encuentra el maquiavelismo de ciertos tipos y tipas con la intención de hacerse ricos a base de vender libros. Sin embargo, esa diminuta línea que separa la literatura casual de la vanidad cocinada es lo que marca la diferencia, en mi opinión, entre una obra y un producto.

A mí me ha bastado recibir un ejemplar de Sobre la felicidad a ultranza (Periférica), para darme cuenta de que su autor, Ugo Cornia, era uno de mis autores preferidos. Tuve la suerte de acercarme a esta novela (publicada ahora por primera vez en castellano) cuando estaba en Florencia, cuando mi vida discurría a tal ritmo en el que vivir se había convertido, prácticamente, en un acto inconsciente. Tras leer este libro de Cornia recuperé, en gran medida, la tranquilidad que me hacía falta para darme cuenta de que, incluso en un círculo vicioso protagonizado por la tristeza y los dramas, se puede encontrar la energía necesaria para ser feliz.

Sobre la felicidad a ultranza es uno de esos libros que, cuando los terminamos de leer, nos dejan la sensación de querer ser mejores personas. De mirar a nuestro alrededor con otros ojos y, de alguna manera, perder el miedo a afrontar ciertas cosas de frente. Esta es una novela cargada de optimismo y de ganas de vivir, a la que el lector se va enganchando página tras página y de la que le costará mucho desprenderse. Porque el tono autobiográfico (en realidad indefinible) de Cornia, hace que sus recuerdos bien puedan ser los nuestros, que su existencia guarde asombrosos paralelismo con la nuestra y con la del resto de la Humanidad.

Me gusta que Cornia hable con aliento de la muerte de los seres queridos. Me gusta que hable de su tía y de sus padres con la misma naturalidad que lo hace de antiguas ex novias. Me gusta que hable de lo misteriosa que resulta la mente humana, y la facilidad con la que nuestra memoria olvida, para después recuperar, momentos que en su día pensamos que serían inolvidables. Yo había perdido en mi cabeza la convicción de que Ugo Cornia era uno de los pocos escritores contemporáneos que podrían estar incluidos en la lista de Autores a los que hay que leer antes de morir. Es apasionante que la publicación en español de Sobre la felicidad a ultranza me haya hecho volver a recordarlo.

martes, 8 de marzo de 2011

Volver a Estambul

'La luna roja' (Alfaguara)


Por Clara Morales.

Al igual que en la anterior novela de Luis Leante, Mira si yo te querré (Alfaguara), la muerte juega un papel esencial en el arranque de una historia donde el amor, la pasión y el esplendor perdido van de la mano. El cuerpo sin vida del escritor turco Emil Kemal es hallado por René, su traductor en España, quien se ve implicado moralmente en la muerte por un pequeño detalle que le lleva a evocar sus días en Estambul y su relación con el escritor más allá del vínculo de la escritura.

De este modo comienza la trama angular de la novela, sobre la que avanzan en paralelo evocaciones al pasado de los personajes y que resultan imprescindibles para comprender las actitudes del presente. Como ya hiciera en su anterior obra, Leante usa diferentes tiempos verbales. La trama principal está escrita en primera persona mientras que las referencias al pasado lo están en tercera persona. En este aspecto, La luna roja (Alfagura) supera a su antecesora porque todas las tramas están tratadas y expuestas en un orden cronológico tan nítido que hace de esta novela un engranaje perfecto; tanto que es posible leer de forma independiente cada una de ellas, aunque la comprensión plena de las mismas, lógicamente, esté supedita al orden propuesto por el escritor.

Más allá de la diferenciación en la utilización de los tiempos verbales, todas las tramas tienen algo en común: la claridad. Leante desata un verbo sencillo, con una alternancia en la extensión de las frases que dotan a la lectura de un ritmo idóneo y lo que es más importante, estable durante las casi cuatrocientas páginas de la novela.

Bajo esta nitidez narrativa hay que destacar la importancia de los diálogos. En la voz de los personajes la historia también avanza y en ningún momento interrumpe el ritmo de la narración. Cada voz goza de ese matiz que la diferencia del resto, además de añadirles el cariz propio de las diferentes personalidades y que suple con creces la carencia de un repertorio de descripciones que bien podrían ser escasas.

Nada escapa al entendimiento del lector: ni siquiera es necesario conocer los lugares donde se desarrolla la historia porque el aroma y los colores de Estambul, Múnich o Madrid parecen fluir con el pasar de las hojas. Todo encaja en el marco de nuestra realidad cotidiana, lo cual hace que sea una obra verosímil de principio a fin, incluidos los hechos que suceden en la trama angular, anclados en los estereotipos propios del género de novela negra. Porque ni siquiera la utilización manida de los patrones del género pueden considerarse un inconveniente. La luna roja va más allá de una historia donde es preciso aclarar la muerte de un sujeto porque el modo en que ésta se ha producido no es tan importante como sus consecuencias. De eso nos damos cuenta desde el primer capítulo, lo cual permite que todos los giros posteriores –medidos milimétricamente –sean oportunos y hasta necesarios.

Estamos ante una novela repleta de aciertos, construida como un gran acertijo a través de factores tan humanos y saboreados por todos como lo es la añoranza de los sueños que no se materializaron, el anhelo imposible de recuperar el pasado y la negación sistemática de un presente que nunca será tan dócil como un día fue la ilusión. La sencillez de apelar a las entrañas comunes del ser humano hace que Leante, sin duda alguna, firme su mejor novela y ejemplifique un salto de calidad en su obra que nadie puede dejar pasar.

domingo, 6 de marzo de 2011

Imprescindible

'La viuda embarazada' (Anagrama)


Martin Amis se caracteriza por su extrema agudeza, lo que le permite dar a luz a obras que no pasan desapercibidas. Abalado por las buenas críticas y el gran éxito que le acompañaron con Niños Muertos y La casa de los encantos (ambas de Anagrama), el 2011 lo comienza con la publicación de La viuda embarazada (también de Anagrama). Una novela que, en un principio, iba a ser autobiográfica pero, al final, terminó en un híbrido entre la realidad y la ficción. “Escribir sobre las propias relaciones sexuales es asqueroso”, confesó Amis en la presentación del libro en Barcelona.

Pero La viuda embarazada no es un libro sobre sexo. Concretamente es un libro sobre la revolución sexual en Europa, contextualizado al compás de otras revoluciones románticas como el Mayo del 68 o la Primavera de Praga. Los eslóganes juveniles que se impusieron entre finales de los sesenta y primeros de los setenta están merodeando por las estancias del castillo del norte de Italia donde Amis coloca la historia, y por la vida de cada uno de los protagonistas. Dos chicos y tres mujeres que convivirán durante los meses de verano, lo que les servirá para descubrir y hallar en sus cuerpos (y en su mente) ese impulso sexual que, una vez despierto y tolerado, resultará infrenable.

La narración de Amis resulta magistral. El lector no podrá ponerle ni un solo ‘pero’ cuando haya asimilado que entre sus manos no tiene una novela de usar y tirar. Porque Martin Amis es uno de los escritores más doctos del panorama literario inglés y actual, y eso se nota en su falta de complejos, en la eliminación de los clichés y en la superación de la solidaridad literaria con el lector. Porque, si alguien se aburre, está permitido que deje de leer pero, eso sí, que lo haga con la plena conciencia de que La viuda embarazada será, probablemente, una de las mejores novelas del año.