«Ama el arte. De todas las mentiras es la menos falaz»

Gustave Flaubert


martes, 22 de noviembre de 2011

La vera Roma

'Historias de Roma' (RBA)


Llevo un par de días en un estado de pre levitación, pensando en que llegaría este momento. Cuando, con Nino Rota de fondo, hablaría de Historias de Roma (RBA). Y el momento por fin ha llegado aunque, ahora, no sé muy bien qué decir. Después de leer a Enric González uno se da cuenta que está él, y después el resto del mundo. Creo que él ha despertado en mí la envidia, algo qúe no me pasaba desde hacía mucho tiempo. Tanto, que ni me acuerdo.

Enric González es, en mi opinión, el mejor periodista que hay ahora mismo en este país. Su experiencia de años como corresponsal en El País le han dado ese talante que los demás, a veces, ni tan siquiera podemos soñar. Historias de Roma es el resultado de una de esas corresponsalías, y una crónica perfecta de una ciudad que, como él mismo dice en varias ocasiones, cadece de verdad.

Roma no tiene verdad porque está construída a base de pequeños pedazos. Los mismos pedazos que componen el libro. Un índice aparentemente sin sentido, que da saltos temporales que van desde el Imperio Romano hasta el derby Roma-Lazio. Pero, sin embargo, no hay otra manera de concebir esta ciudad que, por mucho que la conozcamos, siempre nos quedaremos con la sensación de que nos quedan muchísimas cosas por descubrir.

Historias de Roma sirve para calmar un poquito esa impresión. Porque nos confiesa esas cosas que pasan inadvertidas, esas costumbres y anécdotas que no aparecen en las guías de viaje. Porque lo mejor de Roma es la esencia. La esencia no sólo de eternidad, sino también de caos, de desorden y, a veces, incluso de drama.

A Enric González le agradezco que haya querido compartir sus secretos. Y también su experiencia. Y a Carlos le agradezco que me haya regalado Historias de Roma. Y muchas más cosas.

Media hora

'¡Indignaos!' (Destino)




Tan solo necesitamos media hora para indignarnos. Mejor dicho, para leer ¡Indignaos! (Destino), de Stéphane Hessel. ¿Motivos? Seguro que en Sol podrían daros más, teniendo en cuenta que el librito ha servido de inspiración (o eso dicen ellos) a un movimiento que ha tenido en un sinvivir a las fuerzas políticas durante varios meses. Yo, principalmente, lo leí por curiosidad. Porque me parecía sorprendente que aún hoy, de vez en cuando, aparezcan lecturas que puedan "inspirar" una especie de revolución. Y no fue hasta que lo terminé, cuando lo entendí todo.


La indignación es necesaria para ser felices. Porque es eso lo que nos lleva a hacernos preguntas y, sólo así, podremos encontrar las respuestas adecuadas. ¿Es justo? ¿Es ético? ¿Es moral? Algunos pensaréis que hablo de cosas de otro mundo, porque todos sabemos que hay ciertos términos que últimamente no están muy de moda. Pero ¿entonces? ¿Qué nos queda? ¿Cómo marcamos los límites de lo que se puede hacer y lo que no? Y no me refiero, ni mucho menos, a cuestiones teológicas. Simplemente, al buen gusto. No puedo amenazar a alguien porque no me ceda su sitio en el Metro, igual que no puedo escupir a alguien que pase a mi lado porque no me guste su abrigo, o como tampoco puedo taparme los ojos cuando veo alguna injusticia a mi alrededor. Si me diese igual, sería menos feliz. Al contrario de lo que puedan pensar algunos.


¡Indignaos!, independientemente de la ideología que uno profese, es una llamada a la acción y de atención. Pero no a una acción en un sentido temerario, violento o radical. Sino a una acción de pensamiento y, por supuesto, de conciencia. De conciencia social (otro término que también está de capa caída). Porque no nos puede dar igual que nuestros abuelos, nuestros padres, lucharan por una situación que nosotros no consideramos ni tan siquiera heredada sino realidad sin más. Lo hay porque lo es y punto. Pero eso es mentira. Todo es relativo y no podemos vivir sin memoria. Porque si nos olvidamos de ella, entonces no somos más que marionetas.


Leer a Hessel es como leer a Marx o el Manifiesto Futurista de Marinetti. Más allá de la política, de la implicación y todas esas cosas, este tipo de textos son necesarios para comprender un poco más el mundo. Sólo acercándonos a la causa, podremos intentar entender el efecto. Y luego posicionarnos. Aunque sea como meros conocedores de la historia. Y, al fin y al cabo, tan sólo necesitamos treinta minutos.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Paseando por Lisboa

'Sostiene Pereira' (Anagrama)


Acusadme de vintage, pero no me resisto a reseñar Sostiene Pereira (Anagrama), de Antonio Tabucchi. Me habían hablado maravillas pero, sin embargo, ha llegado a mis manos tarde. Cuando mi chico y yo aún no habíamos cambiado Roma por Lisboa.

Me encariñé de Pereira desde el primer momento. Supongo que tiene todos los ingredientes para ser un personaje entrañable: un hombre de avanzada edad, viudo y con extrañas costumbres. No sé porqué, pero desde el inicio me lo imaginé como ese tipo de personas resignadas a vivir. O, mejor dicho, que se resignan a que su hora no haya llegado todavía.

El resto de personajes ayudan a construir un flujo narrativo perfecto, en el que el único antagonísta identificable son las circunstancias (socioculturales). Porque a pesar de que Tabucchi nos sitúe en la Europa de principios del s. XX, sabe perfectamente que aún las heridas no han cicatrizado. Y, como decía Yonnet, vivimos un poco "con las mandíbulas y los puños apretados". Y más en días como hoy.

Pero Sostiene Pereira no es sólo una novela exquisita y entretenida, fruto del encanto de uno de los italianos contemporáneos con mejor pluma. Sostiene Pereira es una maravillosa guía de Lisboa, que consigue transmitir esa esencia nostálgica y melancólica que sólo conoce quién ha tenido la suerte de visitar la ciudad. Eso sí: una vez terminado el libro, se quiere volver. Pero ya no cómo un turista más, no. Ahora lo que apetece es tomar una tortilla, beber un oporto y sentarse en cualquier rincón de La Alfama a verlas venir.

No hay nada mejor que, después de intervenir tiempo y expectativas, un libro nos deje con buen sabor de boca. Y, desde luego, Sostiene Pereira es una de esas obras que sobrevivirá al paso de los años. Murando a mejor, como hace el buen vino. Y como hace el propio Pereira.

domingo, 20 de noviembre de 2011

¡Esto no es ninguna vida!

'La vida después' (Planeta)

Hará por lo menos un mes que leí un artículo sobre que el chick-lit estaba de capa caída. Pocos días después, veo a Marta Rivera de la Cruz presentando su último libro, La vida después (Planeta) en la televisión. Soy periodista, y reconozco que me pudo la vanidad de relacionar aquella reseña que hablaba de la crisis de un género con una novela de dicho género. Y, encima, “made in Spain”.

La vida después cuenta una historia que no me creo. Una historia que me aburre y que es como si la autora me la estuviese metiendo con cuchara a lo largo de las casi cuatrocientas páginas. La protagonista es cargante, arrogante y maleducada, aunque Rivera de la Cruz intente dibujarla como una estrella de la vida moderna. Como una “encantadora de serpientes”, como la mujer de 90-60-90 que todos admiran, veneran y endiosan únicamente porque su físico decoroso en las fiestas.

Los escenarios por los que nos llevan es otra muestra de la pedantería de un libro que es una especie de “querer y no poder”: el Manhattan de Sexo en Nueva York, el París del pret-à-porter y el Madrid de la falsa intelectualidad. Una mezcla bastante complicada y que sólo podría salir bien si la novela la publicas en SM, colección El barco de vapor.

La vida después se supone que quiere ser una reflexión sobre si la amistad pura entre un hombre y una mujer es posible. La tesis que mantiene la autora es que sí, aunque si mi novio tuviese una amiga como la protagonista haría todo lo posible porque no apareciese por su fiesta de cumpleaños. Y ahí es donde viene la inverosimilitud: ella, tan inteligente, tan viajada y tan leída, no se explica porqué para el resto del mundo es como la menstruación, que siempre aparece en el momento más inoportuno. Aunque, en este caso, el “resto del mundo” también deja mucho que desear.

Marta Rivera de la Cruz ganó el Ateneo Joven de Sevilla. Un certamen que, viendo la lista de premiados, lleva generándome serias dudas últimamente. También fue finalista del Planeta en el 2006 con En tiempo de prodigios. No he leído nada más suyo y creo que no lo leeré. Pasar de 1Q84 a La vida después es como que te den una buena patada en el estómago pillándote desprevenido. Así que si no queréis perder el tiempo, no seáis tan tontos como yo y ni se os pase por la cabeza hacer deducciones por métodos analíticos. No sé si el chick-lit está de capa caída o no pero, desde luego, La vida después es un libro que embrutece una biblioteca.

We R Open

No sé cómo el “Vuelvo (casi) en un momento” se convirtió en un abandono de mal gusto. Sin cartelito en la puerta, sin excusas y, lo que es peor, sin remordimientos. Obligarme a escribir sobre libros era una buena costumbre. Me mantenía la cabeza sobre los hombres, y me depuraba la mente varias veces a la semana. Pero quienes tenéis la mala suerte de conocerme sabéis que yo tengo la desvergüenza de cambiar de ruta espontáneamente. Y sí, lo reconozco: la constancia es mi asignatura pendiente.

Pero tengo mono. Creo que necesito volver aunque, esta vez, sin pretensiones ni presiones. Cosa que también se me suele dar mal. Pero… ¡qué le vamos a hacer! Las promesas que las haga la Iglesia. Y yo, únicamente, se las hago a mi novio.

Vuelvo a los libros e intentaré volver, con cierta regularidad, a escribir sobre ellos en mi blog. ¿Debería pedir perdón por la ausencia? No. No creo que a nadie le doliese demasiado mi marcha… Y también espero que no duela demasiado mi vuelta.

martes, 12 de abril de 2011

Vuelvo en un momento


¡Ni yo misma puedo creerlo! Pero ¡me voy de vacaciones! Después de un año de estrés, donde mis días libres han llegado con cuentagotas, es necesario que pase una semana liberada de obligaciones. Prometo no pensar en el trabajo, ni en las noches canallas en Madrid, ni en mis "obligaciones" literarias y, en general, en nada de nada. Tan solo mis amigas y yo, aunque las consecuencias de tal intermedio, a la vuelta, pueden ser tremendas.

¿Mi destino? Os doy un adelanto aunque, cuando regrese, quizás os cuente con mayor detalle... ¡No os marchéis! Por lo menos, los que un día decidisteis quedaros...


martes, 5 de abril de 2011

Catorce meses

'El mes más cruel' (Impedimenta)

Suele pasarme a menudo, que el relato corto se me queda escaso. Y valga la redundancia. Quizá el problema es mi manera de concebir el mundo, cómo si cada diminuta partícula y cada sustancia a mi alrededor fuesen parte de un todo indomable, incomprensible y, por supuesto, inevitable. Aún así, existen excepciones. Por quedarme en los contemporáneos (para que luego no me cuelguen el sambenito de nostálgica), citaría a Sergi Pàmies o a Quim Monzó (ambos publicados por Anagrama), y ahora también a Pilar Adón, que con su excelente El mes más cruel (Impedimenta) ha conseguido dejarme con un buen sabor de boca.

En los catorce relatos que conforman el libro, predominan las mujeres. La visión femenina es la que conduce por el misterio de las relaciones personales, de los lazos invisibles que provocan que dos personas no se puedan separar. Y como el tema es complicado de per se, era de esperar la lectura no fuese precisamente baladí. Cada cuento es un pequeño universo, incompleto y hermético, cargado de equis que encierran sutileza e ingravidez pero, sobre todo, ambigüedad, suposiciones y elipsis incompletas. Como explican desde la editorial: “El mes más cruel es una esmerada colección de recetas para sobrevivir a la pérdida, a la separación, la locura y el miedo”. El único problema es que el remedio tiene forma de literatura, y no de fórmulas matemáticas.

Pilar Adón fue galardonada, en 2005, con el Premio Ojo Crítico de Narrativa tras la publicación, ese mismo año, de Viajes Inocentes (Páginas de Espuma). Pero el libro no sólo le valió numerosos galardones sino también que la crítica la señalara como una de las escritoras más prometedoras del panorama narrativo español. Con varios libros en el mercado, la dulzura y excelencia literaria de la madrileña ya no es pura utopía y, como los buenos, consigue superarse a sí misma a cada paso que da.

El mes más cruel no pasa desapercibido aunque, en mi opinión, lo mejor es que no necesita etiquetas ni esfuerzos en la recomendación. Y, por supuesto, siempre es un placer leer literatura sobre mujeres que no sea, únicamente, para mujeres.


miércoles, 30 de marzo de 2011

La historia de 'otra' familia

'París-Brest' (Acantilado)

París-Brest (Acantilado), de Tanguy Viel, es una novela pequeña que uno puede leer, prácticamente, sin darse cuenta. Precedida por las buenas críticas que había tenido en Francia, comencé a leer cargada de interés pero, ahora que la he terminado, no soy capaz de decidir si realmente me ha gustado.

Me pasa con algunos libros, pero supongo que es culpa mía. Culpa de los prejuicios que he ido adquiriendo a lo largo del tiempo (a costa de leer casi de manera obsesiva) como, por ejemplo, la idea de que toda la literatura made in Francia va a interesarme. Imagino que parte de esa obcecación es consecuencia de haber tomado lecciones existencialistas en los libros de Camus o de Malraux (por nombrar algunos), de los que aprendí a mirar (con dignidad) la parte más angustiosa del mundo.

París-Brest habla sobre la familia de Louis, protagonista y narrador. Cuenta las terquedades de una madre burguesa cargada de monomanías por vivir a tono con los que ella ve como semejantes, de un padre corrupto que se ve obligado a exiliarse de la ciudad, de una abuela que al final de los días hereda una gran fortuna, y de Kermeur hijo (quizá el personaje más interesante), al que el protagonista apunta como el culpable de todos sus errores.

Los primeros capítulos coloca al lector en los antecedentes de la familia, y explican el por qué Luois termina decidiendo exiliarse a París y sólo regresar tres años después, para pasar las Navidades con la familia. Con agilidad y soltura, a veces con alguna dosis de seducción, París-Brest disipa las dudas del talento descriptivo de Viel, cuya pluma permite elucubrar sobre los puntos autobiográficos.

Decía el gran Tolstoy que “todas las familias felices se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera”. Supongo que es aquí donde entra en juego el lector, ya que el hecho de que esta historia no sea la historia de su familia, sino la de otro, le permita apreciar con mayor facilidad la amplia gama de grises.


viernes, 25 de marzo de 2011

Existencialismo y amor adolescente

'Richard Yates' (Alpha Decay)


He leído Richard Yates (Alpha Decay), de Tao Lin, mientras escuchaba a Julie Dorion. Supongo que no es una forma de empezar una reseña literaria pero creo que me daré el gusto de pemitírmelo ya que, al fin y al cabo, el libro tampoco hace caso a las formas clásicas de narración. Los escenarios de esta novela son el chat de Gmail, emails, sms y llamadas telefónicas, el hábitat natural de los adolescentes del siglo XXI.

En Richard Yates (autor del mítico Revolution Road y cuya lectura es recomendable para descubrir los dobles sentidos de Lin) se cuenta la historia de Haley Joel Osment y Dakota Fanning. Él, un tipo de veintidós años con pretensiones de convertirse en un escritor (seguramente "maldito"), y ella, una adolescente de dieciséis años que convive con una madre histérica y un hermano drogadicto. El pan de cada día de la sociedad norteamericana, o el lugar común que el cine ha creado de la juventud norteamericana: un poco decadente y atormentada, underground y que, poco a poco, se va ahogando en su propia existencia. De hecho, esta es una novela existencialista. No faltan las referencias a Sartre o Beckett, a la depresión y al suicidio. Algo que resulta paradógico teniendo en cuenta las frases telegráficas con las que se forma la novela, o la banalidad de alguna de las conversaciones de toda la novela.

Supongo que de alguna manera, su autor es otro de los jóvenes estadounidenses (tiene veintiocho años) que se burla del idílico "sueño americano" ya que Richard Yates tiene un punto melodramático y tormentoso, escondido en la aparente simplicidad de su contenido. Una novela que dentro de unos años (pienso) hará las funciones de libro de cabecera para entender a la juventud de la Era Digital, así como El dueño de la historia (El Aleph Editores), de Malcolm Bradbury, sirve para conocer la revolución sexual de los 70 en Londres. Por ejemplo.

Muchos consideran que Tao Lin está destinado a ser uno de los grandes nombres de la literatura del siglo XXI. A tomar un relevo que, como apuntan desde la editorial, sabe un poco a Douglas Coupland y a Bret Easton Ellis. Imagino que hay algo de cierto, aunque dejaré que pase un tiempo antes de retomar su lista bibliográfica. Algo que haré seguro. Algo que volveré a leer con música.

martes, 22 de marzo de 2011

Cosas de valientes

Mercedes Pinto

Hace un mes, pasé varias semanas acercándome a Mercedes Pinto (Tenerife, 1883 – México D.F., 1976), la escritora y poetisa canaria que ha estado encerrada en una celda del olvido popular durante muchos años. Me pregunto cuántos personajes habrá en la Historia como ella. Cuántos y cuántos nombres habremos perdido con el paso del tiempo.

Lo que más me impactó al estudiar la biografía de Pinto es que creo que fue una mujer feliz, a pesar de que su camino estuviese lleno de baches. En 1909, con sólo 21 años, se casó con Juan de Foronda, un hombre excesivamente machista, autoritario y diabólico que, en cualquier momento, habría podido matarla. Por eso Pinto huyó a Madrid, para intentar escapar del hombre que, muy probablemente, habría sido en su verdugo.

En una España, la de Primo de Rivera, en la que la mera palabra divorcio sonaba a algo más que a pecado, Mercedes Pinto se subió en 1923 al estrado de la Universidad Central de Madrid y pronunció su mítico discurso, El divorcio como medida higiénica. El aula magna estaba llena de hombres, casi todos médicos, que debieron intuir el revuelo que aquella intervención causaría, días después, en la opinión pública. Sin embargo, Pinto sólo estaba pidiendo una cosa: que la justicia española de principios del siglo XX protegiese a las víctimas de sus maltratadotes o, al menos, que las permitiese divorciase de ellos.

Tras el discurso y un breve desencuentro con la princesa doña Paz de Borbón, Mercedes Pinto se vio obligada a exiliarse a Latinoamérica. Será en este continente donde la tinerfeña recuperará las ganas de vivir junto a sus hijos y su segundo marido, Rubén Rojo. Pinto desarrollará su carrera intelectual hasta su muerte, en 1976, al regreso de unas conferencias en Cuba. En su estancia en América del Sur, conocerá a Luis Buñuel (quién utiliza su novela más célebre, Él (Ediciones Escalera), para rodar su película homónima, basada en la experiencia de Mercedes con el maltrato) o Pablo Neruda, que le dedica unos versos que decoran su tumba: “Mercedes Pinto vive en el viento de la tempestad,/ con el corazón frente al aire./ Enérgicamente sola,/ urgentemente viva./ Segura de aciertos e innovaciones,/ terrible y amable en su trágica/ vestidura de luz y llamas”.


jueves, 17 de marzo de 2011

Periodistas científicos vs. Científicos periodistas

'Mala ciencia' (Paidós)

Japón está viviendo unas horas críticas. El planeta vive a la espera de noticias desde Fukushima y, aunque las informaciones que van llegando son contradictorias, los medios de comunicación se apresuran a anunciar el Apocalipsis Nuclear. ¿Realmente estamos a la espera del fin del mundo, o ante un nuevo ejemplo de mala praxis periodística?

El psiquiatra y columnista británico Ben Goldacre, en Mala Ciencia (Paidós) no duda en señalar a los periodistas como los grandes culpables de las mentiras y las leyendas urbanas que giran en torno a la ciencia. Para él “las personas de los medios de comunicación son titulados en áreas de humanidades con escasos conocimientos sobre ciencia, que, además, se enorgullecen de su ignorancia en la materia”. De esta manera, el libro reabre el eterno debate sobre en manos de quién ha de estar la divulgación científica.

Goldacre introduce su reflexión en torno a las charlatanerías y falsedades que giran alrededor del universo científico aludiendo al mítico discurso de C. P. Snow sobre las “dos culturas”, en el que explicaba la incomunicación que existía entre las humanidades y las ciencias: “Los científicos creen que los intelectuales literarios carecen por completo de visión anticipadora, que viven singularmente desentendidos de sus hermanos los hombres, que son en un profundo sentido anti-intelectuales, anhelosos de reducir tanto el arte como el pensamiento al mundo existencial”. Sin embargo, Show no habló sobre cuáles son los “buenos” y quiénes los “malos”, cosa que Goldacre esclarece al afirmar que “en la actualidad, los científicos y los médicos se ven superados en número y en potencia de fuego por nutridos ejercicios de individuos que se sienten autorizados a emitir juicios sobre asuntos que son una simple cuestión de evidencia, pero sin preocuparse siquiera por adquirir un nivel básico de comprensión de las materias por tratar”.

La solución ante tal conflicto sobre la incapacidad que poseen los periodistas para emitir información científica puede tener dos soluciones. Por un lado, que dichos mensajes se difundan a través de medios especializados, como por ejemplo la revista inglesa New Scientist que en 2008, coincidiendo con la edición original, calificó el libro de Goldacre como “una de las lecturas esenciales del año”. Este tipo de formatos, por cuestiones de natura, tienen la capacidad para desarrollar el procedimiento de una investigación científica, así como detallar los matices empíricos realizados en dicho estudio que, por otra parte, se asemeja formalmente a la estructura de análisis e investigación social dada por Berganza Conde en Investigar en Comunicación (Mc Graw Hill). El segundo remedio es que los científicos ocupen puestos en medios de comunicación de masas para que quede en sus manos la labor de transmisión informativa de la ciencia. De este modo queda asegurado, pues, que cuando quien decir apoptosis, por ejemplo, digan apoptosis y no muerte celular. Porque, como Goldacre indica: “Adquirimos la información de la boca o de la pluma de las mismas personas que han demostrado en reiteradas ocasiones su incapacidad para saber leer, interpretar o dar testimonio fiable de las pruebas verdaderamente científicas”.

La ciencia como producto

En Mala ciencia también se habla de la realidad que se esconde tras multitud de estudios que se disfrazan de logros y avances científicos, a través de casos concretos que el autor ha ido recopilando a lo largo de los años. Por ejemplo, el del doctor Cliff Arnall que, como Goldacre explica “es el rey de las noticias sobre ecuaciones matemáticas especiales, y entre su producción más recuente se incluyen las fórmulas para calcular el día más deprimente del año, el más feliz, el puente festivo más perfecto y otras muchas (muchísimas) más”. En el caso del 2008, la investigación de Arnall para determinar cuál era el puente ideal para reservar unas vacaciones estuvo patrocinada por Sky Travel.

A pesar de que el libro se centre en la realidad británica, en España también hay ejemplos de que detrás de muchas de las informaciones científicas que los ciudadanos reciben diariamente a través de los medios de comunicación se oculta el departamento de RRPP y marketing de alguna empresa o multinacional. La Universidad (privada) de Navarra, en 2004, realizó un estudio sobre las propiedades de Actimel cuyos resultados no sólo servían para otorgar un certificado de calidad al producto sino que, además, Danone convirtió dicha investigación en la protagonista de su campaña publicitaria.


miércoles, 16 de marzo de 2011

Rarezas y joyas

'Ella era Hemingway. No soy Auster' (Alfabia)


Hoy no hablaré de contenido, sino de forma. Porque hace unos días, intentando poner un poco de orden en mi biblioteca, me encontré con un pequeño libro de Enrique Vila-Matas,Ella era Hemingway. No soy Auster (Alfabia) del que me había olvidado por completo. Supongo que su diminuto tamaño (unos diez centímetros) y sus escasas cuarenta páginas fueron determinantes para no captar mi atención en un primer momento. Recuerdo haberlo comprado hace un par de años. Por aquel entonces, tras la lectura de El viento ligero de Parma(Sexto Piso) me había obsesionado con Vila-Matas, y me apetecía leer todo lo que había escrito, especialmente ensayo.

Al recuperar Ella era Hemingway. No soy Auster he sonreído. No sólo porque fuese como adquirir el libro otra vez sino porque, además, la edición me ha parecido encantadora. Y es que, los que amamos la lectura y hacemos de la literatura casi nuestra forma de vida, no nos conformamos sólo con ir a un centro comercial y adquirir un bolsillo del último best seller sino que llega un momento que cruzamos la diminuta línea que separa la bibliofilia de la bibliomanía y nos convertimos en auténticos depredadores de ediciones raras y especiales.

Supongo que no seré la única que piensa que, por mucho que ese invento llamado TIC se vaya adueñando poco a poco de nuestras rutinas, en el pasar páginas de un libro se esconde una magia implícita que nos hace ser más felices. Sobre todo, cuando los editores se esfuerzan por ofrecer al lector un (señor) objeto, y no un mero producto de fast culture.

Soy plenamente consciente de que, en los tiempos que corren (que parecen inspirados en la película del visionario Chaplin), no es el momento más adecuado para incitar a la compra de buenas ediciones pero, como mirar es gratis, ni la crisis ni la ministra de Cultura pueden impedirnos que dediquemos una tarde de librería en librería a contemplar lo maravillosamente bien publicados que están algunos libros. La edición, a mi modo de entender, también es un arte que (por suerte) no escasea pero con el que (por desgracia) tan solo unos pocos llegan a fin de mes.


lunes, 14 de marzo de 2011

La nostalgia de Lorca

'Mi pueblo y otros textos vegueros' (Barril & Barral)


Reconozco que no soy amante de la poesía. Mi problema no es el de los estudiantes norteamericanos que no tienen reparo en admitir que no entienden a Alexander Pope o a Emily Dickinson. Lo mío no es una cuestión de falta de comprensión sino que, por lo general, la poesía no consigue emocionarme y quizá por ello siempre me halla acercado a ella de puntillas y cargada de prejuicios. Sin embargo, estaba esperando con impaciencia la publicación de Mi pueblo y otros textos vegueros (Barril&Barral), una antología de textos en los que Federico García Lorca hace referencia a Fuente Vaqueros.

A lo largo de toda su obra, Lorca mostró una relación muy especial con el pueblo granadino en el que nació en 1898 y que abandonaría en 1918 para trasladarse a Madrid. Su estancia en la Residencia de Estudiantes supondría el despegue de su carrera literaria, con la que encabezaría la Generación del 27. En cualquier caso, incluso en sus obras más célebres como Bodas de sangre o Poeta en Nueva York, puede verse cómo Lorca siempre estuvo sentimentalmente unido a la vega de Granada, de la que siempre se acordaría con nostalgia y melancolía.

Para Lorca, Fuente Vaqueros representa una etapa de su vida feliz, junto a su familia y sus compañeros de colegio, en la que se acercaría por primera vez al arte. Sin embargo, su pueblo y su gente también personifican lo terrenal, la vida mundana cargada de injusticias, necesidades y sacrificios. Por ello, esta recopilación de textos de prosa y de poesía sirve para comprender mejor la obra lorquiana, mucho más profunda, intelectual y misteriosa de lo que muestran los libros de texto.

Mi pueblo y otros textos vegueros incluye Alocución al pueblo de Fuente Vaqueros, un discurso que García Lorca pronunció en septiembre de 1931 cuando fue el encargado de inaugurar la biblioteca municipal. Esta plática es de destacar porque en ella queda reflejado el enorme amor que Lorca sentía por los libros, y cómo estaba convencido de que la literatura y la cultura dignificaban la vida. “Cultura. Cultura, porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz”. Yo, setenta años después, sigo pensando lo mismo.

viernes, 11 de marzo de 2011

Decorando el muro

'Viaje con Clara por Alemania' (Tusquets)


Nadie ya duda de que Aramburu sea uno de los escritores más doctos del panorama literario español. Su anterior libro, Los peces de la amargura (Tusquets), además de valerle unos cuantos premios, se convierte en un manual para aquellos que quieran entender el conflicto vasco. Quizá por ello nadie sospechara que con su última novela regalaría al lector una historia doméstica, las idas y venidas de un matrimonio que emprende un viaje por Alemania por motivos profesionales. Clara, inapetente profesora con pretensiones de escritora de éxito, recibe el encargo de escribir una guía sobre su país, haciéndose acompañar por su marido (un español que acepta que se le conozca únicamente como Ratón), que accede gustoso a servirle de asistente, ayudante, chófer, mozo o esclavo. Serán precisamente las memorias de este, la bitácora que va redactando durante su viaje, lo que el lector conozca y, por tanto, lo que le convierte en un privilegiado ya que tras el cuaderno de Ratón se esconde la soberbia narrativa de Aramburu que tampoco esta vez defraudará a los que hayan decidido invertir su tiempo y su dinero en este libro.

Viaje con Clara por Alemania (Tusquets) es una novela que se debe leer despacio. Que en ocasiones hay que dejar reposar para así poder mirar con cariño a los personajes que, como a un hijo revoltoso, se les termina queriendo. Ratón es Ratón desde la primera página hasta la última, aunque alguna vez se le pueda acusar de cierta falta de madurez y valentía para enfrentarse a las crisis creativas de Clara, que a menudo la transforman en una histérica y una neurótica, frivolizando sobre aquellas cosas que endiosa. Esta paradoja resulta verosímil gracias a la grandeza literaria de Aramburu, que demuestra que sus veinticinco años residiendo en Alemania le han hecho un experto conocedor de los entresijos del país, tanto a nivel geográfico como a nivel social.

Aramburu no se cohíbe a la hora de parodiar la literatura de viajes, de la que demuestra ser un experto. Aludir a Wolfgang Borchert para relatar una escena en un prostíbulo de Hamburgo o utilizar a Thomas Mann para introducir el descanso con el que se obsequia voluntariamente Ratón en una estancia de la Buddenbrookhaus, le sirven para lanzar la prerrogativa de que es necesario crear alternativas para este género literario, mitificado y encumbrado gracias al paso del tiempo.

El recorrido por la tierra de Hesse por el que nos conduce Aramburu requiere un dilatado fetichismo por la cuna de La Bauhaus y un apego especial a la literatura de señores, al más estilo Joyce o Calvino. A pesar de que la trama parezca detenerse por momentos, el lector se sentirá refugiado en una narrativa especialmente cultivada y elaborada que le guiarán por treinta y cinco capítulos que, probablemente, requieran que el lector recurra a Stendhal para hallar la guinda a una novela cuyo único pecado podría ser el exceso de calidad literaria. Pero en tiempos en los que la cultura de masas marca el rumbo de la producción artística, padecer una afección romántica es todo un regalo que sólo unos pocos expertos podrían convertir algún día en epidemia.

jueves, 10 de marzo de 2011

El placer de recordar

'Sobre la felicidad a ultranza' (Periférica)


Supongo que ya os habréis dado cuenta de mi especial debilidad por la literatura sin pretensiones, por los libros que surgen por mera casualidad o por la más asombrosa genialidad de ciertas personas que, el día menos pensado, les da por convertirse en autores. Muchos criticarán esta teoría mía y dirán que no hay nada que surja por que sí, y que tras una apariencia de encadenadas contingencias, se encuentra el maquiavelismo de ciertos tipos y tipas con la intención de hacerse ricos a base de vender libros. Sin embargo, esa diminuta línea que separa la literatura casual de la vanidad cocinada es lo que marca la diferencia, en mi opinión, entre una obra y un producto.

A mí me ha bastado recibir un ejemplar de Sobre la felicidad a ultranza (Periférica), para darme cuenta de que su autor, Ugo Cornia, era uno de mis autores preferidos. Tuve la suerte de acercarme a esta novela (publicada ahora por primera vez en castellano) cuando estaba en Florencia, cuando mi vida discurría a tal ritmo en el que vivir se había convertido, prácticamente, en un acto inconsciente. Tras leer este libro de Cornia recuperé, en gran medida, la tranquilidad que me hacía falta para darme cuenta de que, incluso en un círculo vicioso protagonizado por la tristeza y los dramas, se puede encontrar la energía necesaria para ser feliz.

Sobre la felicidad a ultranza es uno de esos libros que, cuando los terminamos de leer, nos dejan la sensación de querer ser mejores personas. De mirar a nuestro alrededor con otros ojos y, de alguna manera, perder el miedo a afrontar ciertas cosas de frente. Esta es una novela cargada de optimismo y de ganas de vivir, a la que el lector se va enganchando página tras página y de la que le costará mucho desprenderse. Porque el tono autobiográfico (en realidad indefinible) de Cornia, hace que sus recuerdos bien puedan ser los nuestros, que su existencia guarde asombrosos paralelismo con la nuestra y con la del resto de la Humanidad.

Me gusta que Cornia hable con aliento de la muerte de los seres queridos. Me gusta que hable de su tía y de sus padres con la misma naturalidad que lo hace de antiguas ex novias. Me gusta que hable de lo misteriosa que resulta la mente humana, y la facilidad con la que nuestra memoria olvida, para después recuperar, momentos que en su día pensamos que serían inolvidables. Yo había perdido en mi cabeza la convicción de que Ugo Cornia era uno de los pocos escritores contemporáneos que podrían estar incluidos en la lista de Autores a los que hay que leer antes de morir. Es apasionante que la publicación en español de Sobre la felicidad a ultranza me haya hecho volver a recordarlo.

martes, 8 de marzo de 2011

Volver a Estambul

'La luna roja' (Alfaguara)


Por Clara Morales.

Al igual que en la anterior novela de Luis Leante, Mira si yo te querré (Alfaguara), la muerte juega un papel esencial en el arranque de una historia donde el amor, la pasión y el esplendor perdido van de la mano. El cuerpo sin vida del escritor turco Emil Kemal es hallado por René, su traductor en España, quien se ve implicado moralmente en la muerte por un pequeño detalle que le lleva a evocar sus días en Estambul y su relación con el escritor más allá del vínculo de la escritura.

De este modo comienza la trama angular de la novela, sobre la que avanzan en paralelo evocaciones al pasado de los personajes y que resultan imprescindibles para comprender las actitudes del presente. Como ya hiciera en su anterior obra, Leante usa diferentes tiempos verbales. La trama principal está escrita en primera persona mientras que las referencias al pasado lo están en tercera persona. En este aspecto, La luna roja (Alfagura) supera a su antecesora porque todas las tramas están tratadas y expuestas en un orden cronológico tan nítido que hace de esta novela un engranaje perfecto; tanto que es posible leer de forma independiente cada una de ellas, aunque la comprensión plena de las mismas, lógicamente, esté supedita al orden propuesto por el escritor.

Más allá de la diferenciación en la utilización de los tiempos verbales, todas las tramas tienen algo en común: la claridad. Leante desata un verbo sencillo, con una alternancia en la extensión de las frases que dotan a la lectura de un ritmo idóneo y lo que es más importante, estable durante las casi cuatrocientas páginas de la novela.

Bajo esta nitidez narrativa hay que destacar la importancia de los diálogos. En la voz de los personajes la historia también avanza y en ningún momento interrumpe el ritmo de la narración. Cada voz goza de ese matiz que la diferencia del resto, además de añadirles el cariz propio de las diferentes personalidades y que suple con creces la carencia de un repertorio de descripciones que bien podrían ser escasas.

Nada escapa al entendimiento del lector: ni siquiera es necesario conocer los lugares donde se desarrolla la historia porque el aroma y los colores de Estambul, Múnich o Madrid parecen fluir con el pasar de las hojas. Todo encaja en el marco de nuestra realidad cotidiana, lo cual hace que sea una obra verosímil de principio a fin, incluidos los hechos que suceden en la trama angular, anclados en los estereotipos propios del género de novela negra. Porque ni siquiera la utilización manida de los patrones del género pueden considerarse un inconveniente. La luna roja va más allá de una historia donde es preciso aclarar la muerte de un sujeto porque el modo en que ésta se ha producido no es tan importante como sus consecuencias. De eso nos damos cuenta desde el primer capítulo, lo cual permite que todos los giros posteriores –medidos milimétricamente –sean oportunos y hasta necesarios.

Estamos ante una novela repleta de aciertos, construida como un gran acertijo a través de factores tan humanos y saboreados por todos como lo es la añoranza de los sueños que no se materializaron, el anhelo imposible de recuperar el pasado y la negación sistemática de un presente que nunca será tan dócil como un día fue la ilusión. La sencillez de apelar a las entrañas comunes del ser humano hace que Leante, sin duda alguna, firme su mejor novela y ejemplifique un salto de calidad en su obra que nadie puede dejar pasar.

domingo, 6 de marzo de 2011

Imprescindible

'La viuda embarazada' (Anagrama)


Martin Amis se caracteriza por su extrema agudeza, lo que le permite dar a luz a obras que no pasan desapercibidas. Abalado por las buenas críticas y el gran éxito que le acompañaron con Niños Muertos y La casa de los encantos (ambas de Anagrama), el 2011 lo comienza con la publicación de La viuda embarazada (también de Anagrama). Una novela que, en un principio, iba a ser autobiográfica pero, al final, terminó en un híbrido entre la realidad y la ficción. “Escribir sobre las propias relaciones sexuales es asqueroso”, confesó Amis en la presentación del libro en Barcelona.

Pero La viuda embarazada no es un libro sobre sexo. Concretamente es un libro sobre la revolución sexual en Europa, contextualizado al compás de otras revoluciones románticas como el Mayo del 68 o la Primavera de Praga. Los eslóganes juveniles que se impusieron entre finales de los sesenta y primeros de los setenta están merodeando por las estancias del castillo del norte de Italia donde Amis coloca la historia, y por la vida de cada uno de los protagonistas. Dos chicos y tres mujeres que convivirán durante los meses de verano, lo que les servirá para descubrir y hallar en sus cuerpos (y en su mente) ese impulso sexual que, una vez despierto y tolerado, resultará infrenable.

La narración de Amis resulta magistral. El lector no podrá ponerle ni un solo ‘pero’ cuando haya asimilado que entre sus manos no tiene una novela de usar y tirar. Porque Martin Amis es uno de los escritores más doctos del panorama literario inglés y actual, y eso se nota en su falta de complejos, en la eliminación de los clichés y en la superación de la solidaridad literaria con el lector. Porque, si alguien se aburre, está permitido que deje de leer pero, eso sí, que lo haga con la plena conciencia de que La viuda embarazada será, probablemente, una de las mejores novelas del año.

lunes, 21 de febrero de 2011

To be or Not To Be




No me considero una bloguera y, ni mucho menos, una avezada crítica literaria. En realidad lo único que pretendo es alabar el trabajo de otros (reconozco que con la intención de que a alguien le sea útil) por el simple hecho de que yo no soy capaz de escribir. Me falta un requisito básico que tiene que tener alguien que se dedique profesionalmente a ello: la constancia. Por eso, no seré yo aquella que se atreva a lanzar la primera piedra contra el trabajo de otros.

¿Adónde quiero llegar? Bien, estoy frente a un dilema que llevo varios días intentando solucionar. Diré de qué se trata: hace escasamente una semana, un amigo me pasó un libro de una amiga. Una tipa urbana de piernas largas cuyo ídolo literario es Umberto Eco. Sin embargo, ella en vez de hacer filosofía se dedica a hablar de hombres, tema que me aburre sobremanera cuando es tratado desde una perspectiva forzadamente feminista. Y digo "forzadamente" porque el libro resulta previsible desde el primer capítulo hasta el último, lo que hace que llegar a la última página se convierta en un verdadero suplicio.

La cuestión es que ante el debate de si debía complacer a mi amigo y alabar la maestría literaria de una ex representante de artistas o, por el contrario, ser clara y consecuente y decir a los que me leéis (en el caso de que sea alguien) que el libro X es una auténtica pérdida de tiempo, he decidido no hacer ninguna de las dos cosas. Me quedaré, por una vez en mi vida, en el punto intermedio que, en esta ocasión, se camufla en el eufemismo de no citar el nombre de la obra en cuestión. Es como vestirse de negro: un acierto para cualquier ocasión.

Sin embargo, el objetivo de este post no es únicamente el hecho de confesar la primera dificultad seria con la que me he encontrado durante el tiempo que llevo elaborando el blog. En realidad, también me gustaría saber si hay alguien al otro lado. Si una sola persona, desde su pantalla, decide perder el tiempo leyéndome. Por eso, os propongo algo: desvelaré el nombre del libro y de la escritora si recibo públicamente una petición. Pensad que me estoy jugando mucho, y que algún día decir que su libro no es más que un producto de márketing para supermercados podría salirme caro. Pero estoy dispuesta a correr el riesgo...


viernes, 18 de febrero de 2011

Los que hacen y los que no

'El padre de Blancanieves' (Anagrama)


Cuando Belén Gopegui publicó, en 2003, El lado frío de la almohada (Anagrama) algunos críticos y medios de comunicación le acusaron de apoyar la dictadura cubana. El argumento sobre el que construyeron esta teoría es que a la historia le faltaban puntos de vista “para alcanzar la objetividad necesaria para tratar un tema tan serio”.

Gopegui aprendió la lección y con su siguiente novela, El padre de Blancanieves (Anagrama) les dio a todos los que la criticaron lo que querían leer: una batería de personajes con los que recrear, de manera verosímil, la sociedad madrileña del siglo XXI. Está Manuela, una profesora de instituto que entrará en una profunda crisis tras vivir un complicado episodio con un ecuatoriano que se retrasa trayéndole la compra; está el marido de Manuela, un hombre acomodado cuya única preocupación es que a su familia no le falte de nada; está su hija Susana (y sus dos hermanos pequeños), una adolescente adscrita a grupos anti-globalización que cree que el mundo se cambia desde la acción.

Estos personajes conducen al lector por una trama aparentemente sencilla, profunda y urbana, ya característica del estilo de la madrileña. Gopegui quiere que su público se posicione, a un lado u a otro, pero que tome conciencia de la situación que actualmente se está viviendo. Pero, lejos de lo que en un primer momento pueda parecer, lejos de ser un libro aburrido es una novela brillante, donde está presente todo el talento de una de las más sobresalientes escritoras españolas. Por ello no es de extrañar que El padre de Blancanieves estuviese dentro de la lista de las diez mejores novelas de 2007.

Sólo el título es apasionante: El padre de Blancanieves. ¿Dónde estaba el padre de esa niña cuando la madrastra le hacía todas esas perrerías? ¿Por qué no hizo nada? Quizá es el título el único lugar del libro en el que Gopegui refleja de qué lado está ella pero, en esta ocasión, fue más lista que los críticos que dijeron, entre otras cosas que “ésta es una obra seria e importante que debe leerse porque, además de resultar amena por el interés de la trama que alimenta, urge a reflexionar sobre la realidad”, escribía Santos Sanz Villanueva para El Cultural. Amén.


jueves, 10 de febrero de 2011

Tenemos un email

'Cada siete olas' (Alfaguara)


Por Julio Palacio.

Me pide Silvia que haga la reseña de la segunda parte de un libro que ella ya ha reseñado. Al principio le digo que sí pero luego, cuando me quedo solo en casa, me pregunto si será buena idea. Al fin y al cabo yo soy un tío, y se supone que los tíos no leemos literatura “romántica”. Uso las comillas porque sinceramente yo no soy experto en libros, y no sabría dentro de qué género clasificar Cada siete olas (Alfagura), de Daniel Glattauer. La continuación de Contra el viento del norte (Alfaguara).

Leo y Emmi, tras un periodo de silencio, retoman el contacto y vuelven a enviarse emails de manera diaria. Han pasado meses intentando saber por qué, si no se conocen, tienen, sin embargo, necesidad de hablar el uno con el otro. Frente a la pantalla de su ordenador pueden ser ellos mismos aunque, como siempre, su vida real pesa demasiado. Pero ambos están cansados. Poner fin a su historia no ha funcionado, y las obligaciones, las rutinas, la racionalidad, no han conseguido separarles. Entonces ¿qué se supone que tienen que hacer?

En torno a esta cuestión girará ahora su historia que, como ya pasó en la primera parte, formalmente se desarrolla a través de su correspondencia electrónica. Glattauer da los giros de muñeca necesarios para que mantengamos la atención hasta el final, para que no nos aburra una trama que, al que más o al que menos, puede resultarle familiar. Porque ¿quién no ha escrito alguna vez un e-mail? ¿Quién, ante ciertas palabras, no ha tenido ganas de atravesar la pantalla y abrazar, besar, querer, a su interlocutor?

Cada siete olas no es, a priori, literatura exquisita. Mi opinión es que nadie hablará de este libro pasados diez o quince años pero leyéndolo tampoco se pierde tiempo. Yo, cuando lo terminé, se lo dejé a mi novia y creo que, desde entonces, me quiere un poco más. Supongo que es eso: un libro con el que entran ganas de querer y que te quieran.



martes, 1 de febrero de 2011

No autorizada para todos los públicos

'Secretos inútiles' (Periférica)

Mirko Lauer es exponente de intelectualidad en Perú. Hombre ligado a las letras desde niño, gracias a sus poemas y a su participación en distintas publicaciones de la época, la editorial Periférica ha publicado una de sus últimas rarezas: Secretos Inútiles.

En este libro, Lauer sitúa a sus protagonistas en el San Francisco de los años ochenta. Mirko Lauer (que comparte identidad con el autor) se traslada hasta allí para entrevistarse con Clayton Archimbau con el fin de hacerle una entrevista sobre Miranda Archimbaud, una extraña escritora con la que Lauer quiere concluir sus años de bachillerato. Él está convencido de que hay ciertos secretos en torno a ella que sólo su primer marido, el señor Archimbau, puede descubrirle.

Sin embargo, lo que pinta como una simple entrevista pronto deriva en una conversación cargada de confesiones y misterios. El alcohol y la noche ambientarán una narración que reconstruirán la biografía del frustrado entrevistado: su infancia y juventud en Lima, la inmigración, la muerte, el sexo… A medida que pasan las horas, Lauer comienza a sentirse fascinado por su interlocutor y su historia pero una pregunta empieza a rondarle la cabeza: ¿Qué esconde Clayton Archimbau?

Secretos Inútiles es un libro para lectores avanzados, que requiere atención y paciencia para encontrarle la guinda. La trama, construida en torno a tres pilares (el morbo, el voyeurismo y el travestismo) está escondida tras los dobles sentidos y una forma que mezcla la novela con el teatro. Recuerdos, personajes que aparecen con la misma facilidad con la que desaparecen y divagaciones estetas hacen que esta novela de Mirko Lauer esté marcada con una etiqueta de postmodernidad que, a veces, resulta un tanto presuntuosa. Pero, a pesar de todo, un toque de snobismo nunca viene mal aunque ellos suponga renunciar al rótulo de “novela autorizada para todos los públicos”.

viernes, 21 de enero de 2011

Dos genios se confiesan en palacio

'Velázquez y Rubens. Conversación en El Escorial' (Turner)

A finales de 1628, Pedro Pablo Rubens llega a Madrid con funciones diplomáticas. Después de visitar Londres y París, los virreyes de Flandes le envían a Madrid con el fin de convencer a Felipe IV y a su valido, el conde duque de Olivares, para que se decidan a promover la paz definitiva en Europa.

Rubens alarga su estancia en Madrid durante nueve meses. Ya era el pintor más afamado de Europa y, por supuesto, el preferido de Felipe IV, a pesar de que Diego Velázquez fuese su pintor de cámara desde 1923. Expertos coinciden en que en esos meses que Rubens pasó en España (no sólo entrevistándose con el rey, sino también copiando a Tiziano o mejorando alguno de los cuadros que había realizado para la colección real, como La adoración de los Magos) es muy posible que conociese a Velázquez e, incluso, que compartieran taller. Entre ellos surgió una enorme fascinación que daría lugar, probablemente, a charlas más íntimas acerca de la pintura, la función del artista y, por supuesto, la Corte española.

El diplomático Santiago Miralles Huete recrea lo que pudo ser un encuentro entre los dos pintores en Velázquez y Rubens. Conversación en El Escorial (Turner), un híbrido, escrito a modo a base de diálogos, que imagina la relación de los dos genios situándoles en un atardecer de marzo de 1629. En esa estancia tenue, presidida por una garrafa de vino de Ocaña, se crea la atmósfera necesaria para que expongan su manera de concebir la pintura y el arte, su opinión sobre el rey, y se confiesen su admiración mutua. Todo ello marcado por la gran personalidad de ambos, lo que hace que no falten los momentos de tensión y desconcierto.

Velázquez y Rubens. Conversación en El Escorial es un libro entretenido y fácil de leer que da la posibilidad de conocer un poco más acerca de la obra de estos dos de los exponentes de la Historia del Arte español así cómo los entresijos que por aquella época surgían en la corte de Felipe IV. Un reinado que estuvo marcado por el surgimiento de grandes personajes que enriquecieron la cultura (Quevedo, Góngora, Lope…) y por la débil situación que pasaba el Imperio de los Austrias en Europa. Guerras que marcarían el arte, y arte que marcaría la Historia.

martes, 18 de enero de 2011

Un libro para tipos duros

'Tigre Manjatan' (Algaida)

Supongo que debería evitar decir que aprecio a Javier Puebla. Que es un amigo. Sin embargo, tampoco puedo evitar presumir de tener amigos como él. Talentosos y creativos, como hace algunos años eran todos los escritores. Pero en el siglo XXI, en plena era de la abundancia y del pecado por exceso, encontrar a un tipo (amigo o no) que consiga crear una novela negra sin caer en tópicos es para quitarse el sombrero. Tigre Manjatan (Algaida) es precisa y simplemente eso: novela negra, sin tópicos. Salvo los típicos de la escritura de Puebla o de alguno de sus yos alternativos. Alberto Delgado, Federic Truman o Federico Sueño. Todos ellos también con talento.

Tigre Manjatan es un libro para tipos duros. Boxeadores, drogas, putas, puteros, polis corruptos y periodistas con la pretensión de convertirse en escritores. La vida misma metida en páginas. Una vida estoica como el bourbon al que es tan aficionado el protagonista, Arturo Briz. Alias El Tigre. Sigiloso, prudente y parco en palabras, como buen felino. La jungla del Madrid más pervertido (que recorre subido a un Chevrolet Corvette del 63) que le ha enseñado a atacar para sobrevivir.

La historia comienza con el asesinato de una prostituta. Apuñalamiento. Diecisiete veces. Apuñalamiento y ensañamiento. Emilia Gómez, para ellos Natalia, es encontrada en las proximidades de la Casa de Campo. Una historia sin importancia, habitual entre proxenetas, meretrices y camellos que a un reputado periodista de sucesos como Arturo Briz no debería de afectarle lo más mínimo de no ser porque consideraba a la muerta su amiga. ¿O su hermana? Eso le hace querer llegar hasta el final, a querer averiguar el nombre de su verdadero asesino y hacer justicia. Hacer justicia o conocer la verdad, ni él mismo lo sabe.

Javier Puebla tiene todos los hilos atados. Él es El Tigre. Se siente el protagonista de su obra y eso se nota. Con eso consigue que la historia sea real. Una historia que no termina al acabar la última página porque quedan ganas de seguir tras el punto y final. Pero conozco a Puebla, y sé que disfruta dejando que sea el lector el que convierta el punto y final en punto y seguido. Pero, antes de seguir, hay que echarse un trago. A la salud de Arturo Briz. Tigre Manjatan. Un gran tipo.

sábado, 15 de enero de 2011

La cara B de Hollywood

'Abluciones' (Libros del Silencio)

Abluciones (Libros del Silencio), opera prima del canadiense Patrick de Witt, ha sido recibida por la crítica con los brazos abiertos. No sólo por el talento innato de su autor, sino por la falta de presuntuosidad que bien puede recordar al mismísimo Bukowski.

De Witt traslada al lector a Hollywood. A un bar de Hollywood. Un decadente y lúgubre bar donde se encuentran, cada noche, todos los juguetes rotos de la Meca del Cine. Tras la barra, un camarero les observa y apunta en su cuaderno todos los movimientos de su clientela, con la intención de escribir un libro. Sin embargo, su propia vida también quedará plasmada ya que ni él mismo es capaz de librarse del ritmo ni de los excesos de la ciudad.

El ritmo es asombroso. El canadiense parece tener un don natural para imponerse en las distancias cortas, como si (al menos, literariamente) tuviera cómo máxima el “menos es más”. Quizá por eso, los fracasos ni los fracasados no resulten tan lastimeros, y el aura que envuelve la novela tenga un toque de optimismo. Esta dosis de positividad es posible que sea el toque distintivo de la prosa de De Witt respecto a las demás novelas del género.

La vitalidad de la escritura contrasta con el proceso de decadencia del protagonista. Abluciones está dividido en tres partes, que corresponde con los tres estados por los que pasa el personaje, que pierde las riendas de su existencia a causa de las borracheras diarias, las resacas matutinas y la claustrofobia propia de una vida marcada por la adicción y el fracaso. Sin embargo, su autor se guarda un as en la manga. En este libro, ni lo malo es tan malo ni lo bueno es lo mejor. Esta premisa es algo que los lectores no tardarán en descubrir, de la misma manera que ya lo hicieron escritores como Dennis Cooper o Tony O’Neill. Este último, definió la primera novela de Patrick de Witt como “Un debut magistral y un clásico instantáneo de la literatura alcohólica”.

viernes, 14 de enero de 2011

Una historia virtual

'Contra el viento del norte' (Alfaguara)

Se supone que es amoral e ilícito leer correspondencia ajena. A nadie nos gustaría que un millón de personas se enterasen del contenido de los e-mails que intercambiamos con un “confesor” virtual, una persona a la que no conocemos y que entra en nuestra vida de manera casual. El correo electrónico es lo único que une a Leo Leike y Emmi Rothner, únicos protagonistas de Contra el viento del norte (Alfaguara), del periodista austriaco Daniel Glattauer.

Hace apenas tres lustros, las relaciones virtuales no eran más que la ensoñación de unos cuantos visionarios que creían en la autocracia de las TIC. Sin embargo, la popularización de Internet no sólo ha provocado la expansión y apertura del conocimiento del hombre sino, también, un cambio en las relaciones humanas que ahora se gestionan y desarrollan en el ciberespacio. Los chats son las nuevas discotecas, las redes sociales una fiesta entre amigos y con amigos de amigos y la mensajería instantánea, por ejemplo, una primera cita. Por ello es necesario preguntarse cuántas emociones son capaces de crearse entre dos personas cuyas vidas están filtradas por dos pantallas de ordenador.

El secreto, supongo, está en dejarse llevar. Esto es lo que hacen Emmi y Leo, una pareja que jamás se ha visto pero que, sin embargo, se intercambian decenas de correos a lo largo del día hasta el punto de convertirse en dependientes de su bandeja de entrada. Ella para evadirse de su vida cotidiana, y él para superar un desengaño amoroso. Poco a poco surge entre ellos “algo más”; algo que ni ellos mismos saben lo que es basado en las palabras.

Por la forma de escribir intentan ponerse cara, imaginarse más allá del teclado y los límites de la realidad y la fantasía. Dejan que afloren sus “yos” más reales en una relación que, también, es cada vez más real. Porque más allá de la fantasía, de la idealización del interlocutor a través del filtro de la propia imaginación y de la frialdad del escenario, entre Emmi y Leo nacerán sentimientos inexplicables que les llevarán a plantearse los pilares de sus vidas. De sus vidas reales.

Glattauer recupera el género epistolar para narrar esta historia sencilla, ágil, dinámica y, actual a la que, como buen best seller, no cuesta engancharse. Sin embargo, a pesar de cumplir a la perfección su cometido, Contra el viento del norte deja un buen sabor de boca porque, como califica la revista alemana Der Spiegel, quizá sea “uno de los diálogos amorosos más inteligentes y encantadores de la literatura del siglo XXI”.