«Ama el arte. De todas las mentiras es la menos falaz»

Gustave Flaubert


martes, 28 de diciembre de 2010

Delicatessen Literaria

'El libro blanco' (Cabaret Voltaire)

Los catalanes Cabaret Voltaire han publicado una edición de El libro blanco, de Jean Cocteau, que más que un libro es, casi casi, un objeto de coleccionista ya que es una nueva traducción completa (con texto, dibujos, notas y un estudio de Montserrat Morales Peco) de esta obra autobiográfica que saldría publicada, por primera vez, en 1929 y que Cocteau no quiso firmar.

La vida del poeta francés está cargada de misterios, que bien podría haber inspirado una película: su no declarada (pero conocida) homosexualidad, su adicción al opio, su lucha contra la homofobia, la relación con su madre (hiperprotectora),… Cocteau tuvo que aprehender a camuflar todas estas variables para sobrevivir en la burguesía parisina de principios del XIX. Porque, a pesar de que toda su obra esté cargada de ese toque maldito, Cocteau se rodeaba de aristócratas, académicos y políticos que, a pesar de todo, fueron capaces de darse cuenta de que, tras un físico cargado de atractivo y marcado por los buenos modales, se escondía uno de los grandes intelectuales de Europa.

Quizá su vida social fue la que le llevó a no querer firmar, desde un primer momento, El libro blanco. Este está repleta de recuerdos de infancia, de aclaraciones sobre su adolescencia, de confesiones sobre la sexualidad y de insinuaciones eróticas. Una obra que habría estado fuera de lugar entre la clase alta francesa de hace ochenta o noventa años. Pero, sin embargo, poco a poco Cocteau se fue revelando, como un impulso por alzar la voz y decir “este soy yo” (y así tenéis que quererme), y en 1930 acepta ilustrar una segunda edición. No fue hasta 1957, cuando llega la edición inglesa, cuando en el prólogo, el francés aceptara la autoría de El libro blanco, pero siempre sin zanjar el misterio de manera inequívoca.

El libro blanco es una introducción a Cocteau, que se caracteriza por ser “muy Cocteau”: sensualidad, desnudos, marineros desnudos,…, y un sinfín de guiños snob que Cabaret Voltaire ha mimado y destacado en esta edición exquisita. Una delicatessen.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Mi experiencia literaria

Montmartre


Por María López.

Fue el 10 de diciembre de este mismo año cuando Silvia me pidió que escribiese una entrada para su blog. Ese día, Vargas Llosa recibió el Premio Nobel de Literatura en Estocolmo, lo que suponía que había encontrado un buen tema sobre el que hablar. Rescaté de la estantería Entre Sartre y Camus que Silvia me regaló un mes antes de que viajásemos a París. Hacía tiempo, mucho tiempo, que nos conocíamos y nuestra relación siempre estuvo adornada por ese aura literaria de la que a veces, ambas, nos avergonzábamos. Fue precisamente eso lo que nos llevó a gastarnos todos nuestros ahorros en aquella estancia con la que soñábamos desde pequeñas. Ella influenciada por Beauvoir y Kundera, y yo por Stein y Heminway.

En París, alquilamos un apartamento en la rue Bachelet de Montmartre, tomábamos café en Francis Labutte, en la rue Caulaincourt, y nos sentábamos en los escalones del Sacre Coeur a escuchar el arco. Sí: toda nuestra aventura parisina estuvo cargada de tópicos, pero fue porque éramos nosotras mismas las que los buscábamos. Incluso abrazamos la rutina de dormir de día y vivir de noche, de apuntarnos a un Ciné-club y de saltar a la orilla izquierda del Sena a leer en Les Deux Magots o en la closerie des Lilas, a pesar de que el precio de la copa de vino nos hiciera tener que renunciar a cenar esa noche.

Devorábamos libros. Leíamos entre una y dos novelas al día, lo que nos hacía seguir soñando con que algún día nosotras seríamos las que firmaríamos alguna gran obra. Recuerdo que Silvia se podía pasar días encerrada, negándose a salir hasta que no terminase el Ulyses de Joyce o L’Exil et le Royaume de Camus. Además, con el paso de las semanas, había adquirido ese toque parisino tan característico, que sólo los que algún día elucubramos con ser escritores en París somos capaces de identificar.

En su discurso, Vargas Llosa se acordó de sus años en la Ciudad de la Luz. Yo me acuerdo todos los días de aquel periodo, de cómo nos resistimos a volver hasta que el regreso se convirtió en algo inevitable. Cuando Silvia y yo hablamos, siempre sacamos a relucir aquellos días y ella termina zanjando la conversación con un “somos unas románticas”. Me gusta escuchar esa frase, sobre todo porque algunas veces se le escapa en francés.

Por todo esto (y por mucho más), cuando me pidió que escribiese algo sobre literatura yo he decidido escribir sobre una experiencia de vida literaria, que en este caso es la nuestra y la de muchos otros. Y concluyo con una cita de Hemingway, que fue mi vehículo hasta allí: “Si tienes la suerte de haber vivido en París cuando joven, luego París te acompañará, vayas adonde vayas, todo el resto de tu vida, ya que París es una fiesta que nos sigue”. Espero que Vargas Llosa no me lo tenga en cuenta.

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Cosas de calle

Charles Bukowski


Heinrich Charles Bukowski Junior es un escritor y poeta estadounidense de origen alemán. Nace el 16 de agosto de 1920 en Andernach, en Alemania. De niño, se traslada con su familia a Los Ángeles, en Estados Unidos. La suya, es una infancia tormentosa. Su padre es un hombre es un hombre violento y Charles, desde muy joven, encuentra refugio en la escritura y en el alcohol. A los veinte años abandona la casa paterna y se convierte envagabundo: noches en el parque, trabajos esporádicos,…

Al mismo tiempo se dedica a la escritura y envía las propias obras a periódicos literarios. A los 24 años publica su primera novela, Aftermath of a Lengthy Rejection Slip (Nórdica). En los años cincuenta, comienza a escribir poesía. Los temas principales de sus obras son el sexo, el alcohol, las carreras de caballos, la marginalidad,…, su propia existencia callejera. Al inicio de los años sesenta, comienza a trabajar para la Oficina de Correos de Los Ángeles. En 1966, llega un golpe de suerte: Bukowski encuentra a John Martin, administrador de una empresa de papelería que se ofrece a publicar sus poesías en los boletines. El éxito está a punto de llegarle.

Martin funda una casa editorial. En 1968 publica los relatos de Bukowski bajo el título Poesías. La obra encuentra el favor del público: Bukowski deja el trabajo en la Ofina de Correos y se convierte en escritor a jornada completa. Sin embargo, no renuncia a sus excesos: por el día se emborracha en el bar y por la noche, escribe sin pausa. En este periodo, colabora con la revista Open City, con la cual firmará la sección Escritos de un viejo indecente, que vendrán recopilados y publicados en 1969.

En 1971 sale la novela que lo hará célebre, Cartero, que narra la historia de sus años en el Oficio Postal contada con sarcasmo y de manera grotesca. También, en los años setenta, publica la recopilación de poesía y cuentos Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones y El amor es un perro infernal. En ambas obras, Bukowski narra la realidad que mejor conoce: la de los vagabundos, la de las prostitutas, la de los alcohólicos. En 1978 publica Mujeres, novela en la que habla de su propia experiencia después de años de abstinencia sexual.

En los ochenta, hace una incursión en el cine y escribe el guión, claramente autobiográfico, de la película Barfly. En 1994, se publica su última novela: Pulp. Aquí, el escritor se divierte alterando el género renoir y a ridiculizar los códigos de la narrativa tradicional. Es considerado su testamento literario.

Charles Bukowski muere el 9 de marzo de 1994 en San Pedro (California). Por su vida disoluta y desprecio por la sociedad contemporánea, es considerado el último de los poetas malditos.


Charles Bukowsky from Sara Taigher on Vimeo.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Los dueños del mando

'Homo Videns' (Taurus)

El hombre no es más que una marioneta en tiempos de dictadura visual. En torno a esta idea gira Homo Videns: La sociedad teledirigida (Taurus) de Giovanni Sartori, cuya lectura considero completamente necesaria para entender, más allá de la filosofía de bar, cómo la televisión nos hace más tontos.

Desde que la “caja tonta” se popularizase y ocupase un lugar privilegiado en la vida de los humanos, el esfuerzo para volvernos seres “inteligentes” ha mutado en la necesidad para ser seres “informados”. Esto no capacita para sobrevivir en la sociedad del hágalo usted mismo (siguiendo a Ulrich Beck) ya que, por mera natura, la televisión mimetiza la realidad por varias razones. La primera, porque si no hay imágenes no hay noticia y esto, como muy bien explica Sartori, es algo peligroso. El ejemplo que él utiliza es que, normalmente, el espectador tiene la posibilidad de observar las consecuencias de un crimen pero, sin embargo, rara vez se aporta la versión del asesino lo que anula el concepto de imparcialidad necesario para la generación de conocimiento. Por otro lado, el medio también promueve, de manera automática, la subinformación y la desinformación, que se traduce en “medio verdades” y “medio mentiras”. Un ejemplo de ello podrían ser los sondeos y las entrevistas casuales, cuyos resultados dependen del entrevistado y no del entrevistador.

Homo videns es, por tanto, un manual de periodismo y de buena praxis para el espectador, donde se dan los motivos por los cuáles es mejor dudar que asentir como simples robots controlados y programados para pensar tal y cómo quieren que pensemos los poderosos. Porque aunque los medios de comunicación se declaren como simples meros intermediarios entre los gobernantes y los gobernados, tras ellos se esconde la mano de los que ansían conseguir votos.

Sartori dice que “en televisión las mentiras se venden mejor”, augurando una consecuencia a la que yo también me uno: si perdemos la capacidad de abstracción, perderemos también la capacidad de distinguir entre lo verdadero y lo falso. ¿Qué nos quedará entonces?

jueves, 16 de diciembre de 2010

Una de policías (¿corruptos?)

'Sospecha' (Destino)

José Ángel Mañas sigue siendo Mañas. No hay sospechas, a pesar de que su última novela se llame precisamente así, Sospecha (Destino). Desde la primera página, el lector se encontrará con su estilo inconfundible, con su “realismo sucio” que, en esta ocasión, conduce los inspectores Pacheco y Duarte (protagonistas de otras novelas) hasta Navalcarnero, un pueblo al sur de Madrid, donde tendrán que investigar la violación y el asesinato de una joven farmacéutica. Sin embargo, las cosas se tuercen cuando uno de ellos se convierte en el principal sospechoso del crimen.

Como es habitual, el escritor utiliza el telón del Madrid más callejero, consiguiendo crear una atmósfera que huele a cerveza y a orín, a pesar de que Sospecha, su décima obra, sea una novela policíaca que gira en torno a un concepto bastante profundo: la confianza. ¿Cuánto cuesta ganarla y cuánto se puede tardar en perder?

El mismo Mañas confesó que se inspiró en el caso de Bill Clinton y Monica Lewinsky ya que el ex presidente “mintió a todos los que le podían ayudar”. Porque para el autor, como para la mayoría de los humanos con cierto sentido común, en torno a la confianza hay una variable inamovible: la sinceridad. Y eso, como el mismo Mañas afirma, es necesario en estos tiempos de crisis, ya que la ausencia de esta en muchas capas sociales ha contribuido a acentuarlo. Por lo tanto, la receta ante la crisis es muy sencilla: confianza y, de rebote, sinceridad.

Sospecha despertará de nuevo el interés de todos los aficionados al arte callejero y, hasta cierto punto, decadente. La obra de Mañas es como un garito ochenteno en Malasaña que, a pesar del paso de los años y de ir adquiriendo un toque kitsch, va sobreviviendo y tratando, cada vez mejor, a sus clientes más fieles. Esta última novela es, sin duda, Mañas en estado puro.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Lean a Borges

Jorge Luis Borges

Por Álvaro Vázquez

Hace algunos meses, en una presentación de no sé qué libro y de no sé qué colega editor, coincidí con un tío que iba de escritor. Creo que lleva ganados algunos concursos de relatos y que anda metido en todos los fregaos editoriales, en el sentido estricto de espectáculo, esto es, presentaciones, cócteles y demás fuegos artificiales.

Tomábamos un vino y hablábamos de literatura. El error de los escritores modernos (de los escritores que van de modernos, de la gente que va de moderna), fundamentalmente, aparte de hacer mucho el tonto, consiste en despreciar a los grandes escritores desenmascarando, así, su tremenda ignorancia y su desconocimiento absoluto de la tradición literaria elemental. Si los que me leen, que serán pocos, no han deducido aún, gracias al titular de este articulito, a qué me refiero, seré explícito. Tuve que escuchar lo siguiente de este nuestro autor moderno: «No me gusta Borges».

Desde luego, no fue capaz de esgrimir ni medio argumento para sostener tal afirmación. Afirmación, por otro lado, extremadamente grave, pues, que yo sepa, Borges está considerado (no sólo por mí, que nadie soy); sino por medio universo, probablemente, el mejor escritor en español que parió el siglo XX. Cuando un puto moderno dice estas gilipolleces, me dan ganas de prohibirle publicar sus gazmoñerías literarias por los siglos de los siglos, amén.

He aquí la esencia de la literatura moderna: el desprecio del genio creador y, por supuesto, también el desprecio hacia el lector. Porque, digo yo, si no te gusta Borges… ¿Quién carajo te gusta? ¿De qué coño vas a escribir? ¿Quién va a ser tu modelo? Si no es Cervantes, Proust, Kafka, Joyce o Dante el camino, ¿quién lo es? ¿Belén Esteban? (ésta última diría lo mismo: «No me gusta Borges, mazo complicado», aplausos).

No sé dónde he leído, hace poco, que leer sólo a los clásicos es un estereotipo. Bien, hablar de estereotipos para reflexionar sobre estereotipos y concluir con la estereotípica opinión de que los estereotipos son muy malos es, en sí mismo, un estereotipo. Así es que no me jodan. Es objetivamente mejor perder el tiempo leyendo media página de Faulkner que las obras completas de la generación Nocilla (la estética de la fragmentación tiene más años que la tos, por cierto).

Así es que los invito: lean a Borges. Disfruten de su inteligencia y de su brillantez y, sobre todo, de una poética que, si bien corrigió y modificó con los años, siempre fue un ejemplo de coherencia y solidez, cosa importantísima en literatura, tal vez, la más. Sin poética, no hay texto firme que soporte el paso del tiempo; sin poética no puede existir coherencia narrativa: no basta con escribir, hay que construir. Que alguien explique al moderno del garito que para modernizar o romper con una tradición hay que conocerla (y comprenderla), y que para tener gusto has de sentir devoción por Borges, el resto son prendas de mercadillo.

Conferência sobre a cegueira - Jorge Luis Borges from blookslivraria on Vimeo.

El inicio del despegue

'Lua Chea' (Hazmilagros)

Los más dogmáticos en esto de la crítica literaria son de la idea de que jamás se debe hablar de un libro firmado por un amigo. Los motivos son dos: el primero, porque si le haces una mala crítica te borrará de su lista de invitados para la cena de Año Nuevo y, segundo, porque se corre el riesgo que el lector descubra el vínculo y no se crea lo que le estás diciendo. A pesar de que yo nunca he sido amante de los dogmas, aquí me sitúo cerca de su teoría aunque, en esta ocasión, estoy dispuesta a incumplir las reglas y recomendar la lectura de Lua Chea (Hazmilagros) de mi compañera Amparo Baliño.

La autora cuenta la historia de Luna, un personaje que crece de la mano del lector. Desde su infancia, como bicho semiraro de una familia numerosa, hasta la madurez, convertida en detective de éxito. Baliño va pintando un personaje a través de treinta y tres capítulos, que pueden consumirse de manera independiente como cuentos, lo que facilita aún más la degustación de cada uno de ellos convirtiendo Lua Chea en una interesantísima opera prima.

Pero el secreto de este libro no es mérito, únicamente, de Ámparo Baliño sino, también, de su propia protagonista la que, a lo largo de las páginas, toma vida propia y es como si ella misma estuviese contando la historia de su vida al oído. Supongo que esto es la magia de la literatura.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Cuándo somos jóvenes

'Agosto, octubre' (Anagrama)

Treinta y cinco años. Bueno, casi. En realidad todavía no los ha cumplido. Pero Andrés Barba no ha necesitado más tiempo para convertirse en un gran escritor, quizá uno de los más grandes de la literatura española contemporánea. La hermana de Katia y Las maños pequeñas son imprescindibles, consiguiendo que la crítica, entre los que estaba el mismísimo Vargas Llosa, se rindiese ante él.

Barba ha vuelto recientemente con Agosto, Octubre (Anagrama), una novela que se desarrolla en un escenario tan complicado como es la adolescencia y la psicología de los adolescentes. Paradigma de buen libro, de control absoluto sobre lo que quiere decir y lo que está diciendo, Andrés Barba vuelve a demostrar que merece la pena seguir leyendo.

La historia gira, de manera dinámica y ágil, en torno a Tomás, que conduce al lector por un verano en el que se topa de bruces con el paso de la adolescencia a la juventud. Son muchas cosas las que marcarán la transformación de este chico, que sólo será capaz de asumir el cambio una vez entrado el otoño, una vez que ha regresado a Madrid.

Andrés Barba acostumbra a que nada pase por casualidad y, como era de esperar, en Agosto, Octubre todo está planificado de antemano. Por eso, amén de la calidad literaria, la historia no requiere esfuerzos sobrehumanos de lectura para acceder a la aventura del protagonista, perfectamente reconocible e identificable, que podría ser cualquiera de los jóvenes que nos rodean. Barba es experto en crear personajes redondos y, en este caso, ha vuelto a conseguirlo.

martes, 7 de diciembre de 2010

Trasladarse a Praga

'El espíritu de Praga' (Acantilado)


Supongo que no es fácil ser Ivan Klíma, y sobrevivir a Hitler y a Stalin sin salir de la República Checa. Debe ser muy complicado asimilar las mutaciones que sufrió Praga al tener que amoldarse a las pretensiones de dictadores tan diferentes. Y Klíma también debió adaptarse. Tanto es así que, durante mucho tiempo, fue un escritor clandestino, y fingió que se ganaba la vida de manera "honrada" conduciendo ambulancias. Esto pone de manifiesto como los políticos totalitarios controlan el pensamiento para controlar a las masas ya que, como el mismo Klíma afirma: “La traición de la clase intelectual es el camino hacia la barbarización de todo”.

Pero él nunca ha sido un intelectual vendido y, ahora, sus ensayos y artículos en torno a la realidad de ese trozo de Europa se recogen en El espíritu de Praga (Acantilado), un libro imprescindible para aquellos que aún creen en el periodismo de calidad.

A través de veinticinco capítulos independientes, se recorre la Historia de un país que, en multitud de ocasiones, ha pasado desapercibido. Una cultura manchada por los millones de turistas que ponen en la cuerda floja la identidad cultural de los autóctonos.

Escritos, todos ellos, con alma nostálgica, Klíma desnuda las entrañas de la ocupación nazi, del comunismo soviético, del fracaso de la Primavera de Praga, del violento capitalismo,…, con un tono crítico pero no acusador, en el que cuesta encontrar culpables. La única posibilidad que Klíma ofrece a los verdugos es acercarlos a los espíritus que merodean por los últimos cien años de la capital checa. Espíritus injustos y crueles algunos pero, en cualquier caso, intrigantes.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Ríete con los vampiros

'¡Chúpate esa!' (La Factoría de ideas)


Por Javier Marjalizo


Estamos tan acostumbrados actualmente a asociar las historias de vampiros a dramas juveniles románticos (saga Crepúsculo, True Blood) o historias algo sangrientas (30 días de oscuridad, Day Breakers) que es difícil encontrar algo diferente y nuevo pero precisamente el nuevo libro de Christopher Moore publicado en España tiene eso. Sólo hay que leer la primera frase del libro para saber que es así: «¡Me has matado, zorra! ¡Serás mamona!»

Y es que ¡Chúpate esa! (La Factoría de ideas) es una nueva forma de ver las historias de vampiros, todo con el toque ácido habitual de Christopher Moore, autor de El ángel más tonto del mundo, y Un trabajo muy sucio. En este libro conoceremos la romántica historia de dos vampiros recientes y el descubrimiento de sus nuevas capacidades en medio de una lucha con sus antiguos amigos que quieren darles caza en medio de la ciudad de San Francisco. Vamos a descubrir que no es tan agradable un simple rayo de sol o que cuando llega el amanecer un vampiro se desploma esté donde esté y no despierta hasta que anochece. Por suerte nuestros dos vampiros protagonistas contarán con la ayuda de una adolescente “esbirra” siniestra que los cuidará y de cuyos diarios aprenderemos más aún de la vida de los vampiros y los siervos. Sin duda alguna una novela divertidísima que nos da una visión diferente de los vampiros y que nos arrancará algunas risas.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Cosas de judíos

Mois Benarroch


Los libros jamás dejarán de sorprenderme. El otro día, mismamente, me llega un nuevo correo electrónico. El asunto es el siguiente: “¿Se puede hacer literatura beat en Israel?” Me paro un momento a pensar y me doy cuenta que es una pregunta que yo no me habría hecho nunca.

Los seres humanos necesitamos de referentes, de ordenar todo en cajas y por etiquetas para dar un poco de orden a nuestra vida. Cuando te lees doce, trece, libros de manera semanal pasa lo mismo. Por eso, que la Editorial Escalera viniese a decirme que Amor y exilios era un beat escrito por un judío marroquí nacido en Tetúan (¡y originalmente en castellano!) me pareció, como poco, intrigante.

Daniel y Thais (las entrañas de Escalera) son dos personas encantadoras por eso no sólo me facilitaron un ejemplar sino que, además, me invitaron a conocer a Mois Benarroch, el autor. Estuvimos charlando en el Café Manola, en la calle San Vicente Ferrer, y le pregunté si, realmente, en Israel se hacía literatura a lo Kerouac y yo no lo sabía. «No», me dijo, «yo soy un escritor extraño».

Amor y exilios es un libro indescriptible. Nada más empezar a leer te das cuenta que estás ante un objeto raro en el que tienes necesidad de pasar página para saber si sigue habiendo más. Que si sexo, que si alcohol, que si prostis, que si amor… Mucho beat en un contexto al que no estamos acostumbrados, lo que hace que estos siete libros, dentro de uno, sea una estupenda dosis de humildad así como una rareza exquisita.

viernes, 26 de noviembre de 2010

El Apocalipsis de las mayúsculas

'El apocalipsis de los trabajadores' (Alpha Decay)


En 2007, Valter Hugo Mae ganó el Premio José Saramago con su segunda novela, Remoso de Baltazar Serapiao. Fue entonces cuando todos empezaron a augurarle un futuro comprometedor y que se convertiría en un prodigio de las letras en lengua portuguesa. Manteniendo su estilo, caracterizado por la ausencia de mayúsculas, lo que imprime velocidad al texto mediante la eliminación de todos los obstáculos innecesarios para el lector, ahora publica El Apocalipsis de los Trabajadores (Alpha Decay).

Retrato de la sociedad portuguesa

Esta novela gira en torno a Maria da Graça, una cuarentona infeliz que todos los días tiene que reinventarse a sí misma para poder comer. Sin embargo, la necesidad no le impide que sueñe con un futuro mejor junto a su amante. El señor Ferreira es un hombre de setenta años, soltero y refinado, cuya vida gira en torno al arte y a la estética. Él será quien guíe a Maria da Graça por esa complicada situación, crítica, en la que el país (Portugal) se ve envuelto y donde ya, ni tan siquiera, la religión sirve de consuelo: “y quién mata a las religiones. y él respondía: los artistas. hacen que las religiones sean intuitivas pasiones por la vida, que es lo que debería de ser la religión, tan sólo eso, una profunda e intuitiva pasión por la vida. los artistas son lo más cercano que hay a la humanidad”.

Junto a Maria da Graça y el señor Ferreira también está su vecina, el amante inmigrante de ésta, los padres de él y la hambruna en Ucrania. También está el marino, el perro Portugal y el cielo. Todos ellos arrastran una historia, una historia común, que Mae retrata con toques trágicos, cómicos y subversivos.

En El Apocalipsis de los trabajadores no falta la crítica a un sistema que no asegura la supervivencia de los individuos. La precaria situación económica que sufre el país vecino le sirve al autor para cuestionarse a qué se supone que debe aferrarse los ciudadanos, cuando ni Dios ni los sueños son suficientes. Algunos tienen la suerte de creer en ellos mismos mientras que otros, sin embargo, creen que la única opción es dejarse vencer.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Kerouac quiso ser negro

'Pic' (Escalera)


En ‘Pic’ Jack Kerouac buscó su álter ego en un niño de diez años con acento sureño.

Jack Kerouac murió el 21 de octubre de 1969. Ese mismo día, Dizzy Gillespie, uno de sus músicos preferidos, cumplió 47 años. El trompetista lloró la pérdida de Kerouac, que le había seguido de manera incondicional por los clubs de Nueva York. Quizá por ello, la obra de Kerouac sepa a jazz del bueno, a suburbios y a exceso, lo que le convertiría en precursor de una revolución cultural en la que él participaría de manera activa. Tanto, que no fue capaz de resistir a su propio cataclismo y una cirrosis se lo llevaría, a los 47 años, siendo ya una leyenda.

En el camino o La vanidad de los Duluoz han sobrevivido al paso de los años, convirtiéndose en lecturas obligatorias para los amantes de la literatura de calidad. Los estadounidenses son expertos en sacar partido a sus viejas glorias, por eso descubrir que aún quedan obras inéditas de Kerouac en castellano se convierte en una especie de misterio paranormal. O en un regalo. Es el caso de Pic (Escalera), que se publica por primera vez en España para conmemorar los treinta y cinco años de la muerte del genio.

Alusiones beat

Jack Kerouac se encontraba en plena crisis creativa. Se sentía incapaz de crear material nuevo y por ello decidió recopilar una serie de relatos que había escrito a lo largo de los años. Los unió gracias a Pictorial Review Jacksin, Pic, un niño negro de diez años que emprende un viaje junto a su hermano, Slim, desde Carolina del Norte (donde era “el chico más negro, más oscuro que jamás había acudido a aquella escuela”) hasta Nueva York, donde frecuentará jazz clubs y montará en Metro.

Para dar sentido a la historia, Kerouac rescribió todos los relatos con acento sureño en 1951, haciendo de las peculiaridades beat simples parábolas que el lector debe descubrir por sí solo. Un ejemplo: Slim es saxofonista y, después de perder un trabajo porque su traje no combinaba con la clientela del local, sus únicas palabras son: “La verdad es que no logré sacarle a ese saxo toda la música que a mí me hubiera gustado”.

Creando álter egos

Dentro de Pic se incorpora el capítulo de El fantasma de Susquehanna, que Kerouac escribiría para En el camino y que finalmente quedaría excluido. En este episodio, puede leerse, en palabras del viejo: “Conocí a un chico en esta misma carretera hace tres años y era clavado a vosotros [Pic y Slim, que intentan llegar a California]: perezoso, lento, vamos, no os rezaguéis”. Está claro que hace alusión a Sal Paradise, álter ego de Kerouac en On the road, que pasaría por esa carretera de Nevada, a orillas del río Susquehanna, tres años antes, en 1948 o 1949, cuando se tiene constancia que Kerouac realizó la Ruta 66.

Esta escena permite ver cómo Jack Kerouac entendió su obra como un “todo”, por eso sus libros están cargados de interconexiones, tal y como él quiso concebir su legado tras leer En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust.

Una rareza

Pic es un raro entre los raros. Una obra que el lector no espera encontrarse firmada por el más sentimental incitador de las drogas, el alcohol y el sexo como “puerta del paraíso”.

Jack Kerouac consigue emocionar y conmover, revelando su yo más inocente e ingenuo. Un libro que sigue la línea de lo beat sin serlo del todo, pero cargado de asfalto y be-bop que merece la pena descubrir a ritmo de jazz y vino californiano. Y de todo lo que el lector quiera.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Los entresijos de la Revolución Rusa

'Caoba' (Veinsieteletras)


Casi medio siglo después de su muerte, el ensayista Vitali Shentalinski inicia su investigación de los archivos de la KGB sobre los procesos abiertos a escritores soviéticos durante la dictadura de Stalin. Fue así como descubrió que Boris Pilniak fue asesinado el 21 de abril de 1938, después de que fue arrestado acusado de terrorismo y espionaje.

En aquellos años, Pilniak era uno de los escritores más conocidos de toda Rusia, gracias a El año desnudo, libro con el que conseguiría impresionar a Gorki. Ahora, la editorial Veintisieteletras, publica Caoba, una recopilación de cuentos firmados por Pilniak, considerada una obra maestra acerca del torbellino que fue la Revolución Rusa.


Un hombre desencantado

Cuando estalló la Revolución, Boris Pilniak la apoya sin dilaciones, considerando que serviría para alejar a Rusia de las veleidades occidentales. Sin embargo, pronto detecta la deriva autoritaria de los dirigentes soviéticos y empieza a ver la Revolución como “un tornado sangriento, un huracán desencadenado o, más exactamente, un animal implacable”. Sus relatos estarán marcados, a partir de entonces, por un tono acusador y de denuncia acerca de los abusos que Stalin está ejecutando en su país. Tras una campaña de desprestigio pública, Pilniak se ve obligado a exiliarse a Berlín hasta que en 1937 será finalmente detenido.

‘Caoba’ y otros cuentos

La lectura de Caoba no resulta fácil. Ejemplo de vanguardia e intelectualidad, Pilniak despliega una narrativa endiablada y cargada de referentes culturales, muchos de ellos relacionados con la Historia de Rusia. Sergio Pitol (Premio Cervantes), encargado de la traducción y autor del prólogo, dice de Caoba que es una “épica crónica de una epopeya inmensa y de su envelecimiento. Pilniak fue hasta el final un empecinado creyente en la regeneración de su pueblo”.

Además de Caoba, la edición incluye otros cuatro relatos que tienen en común el tono crítico y un reflejo de la mayor pasión del autor: los libros. Entre ellos destaca Un cuento sobre cómo se escriben los cuentos, con el que (valiéndose de la historia de una mujer rusa emigrada a Japón) intenta resolver los problemas de escritura ofreciendo una reconstrucción bibliográfica e inaudita.

Ejemplo de genialidad

La obra de Pilniak destaca porque siempre ha obtenido el beneplácito de la crítica. Fue Trotsky uno de los primeros en rendirse a sus pies, destacando su capacidad para “estructurar hábilmente y con agudeza una parte de nuestra vida y en eso reside su fuerza, porque es un realista”.

Victor Serge y Rafael Chirles también se rinden a los pies de Pilniak y de Caoba, que sirve no sólo para descubrir a un autor asesinado en pleno florecimiento artístico, sino que da las claves para descifrar, aún más, lo que fue realmente la Revolución Rusa. Él mismo escribiría: “…cuando todo se poseía en común, tanto el pan como el trabajo, cuando no existía ni pasado ni futuro, cuando reinaban las ideas y no el dinero; un periodo histórico vuelto de pronto inútil”.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Silencio y… ¡Boom!

'El tiempo de la desmesura' (Barril&Barral)


En 1935, el espíritu de la Guerra Civil ya merodeaba por la capital española. Ese mismo año, la francesa Marlene Grey, conocida como la Venus Rubia, dejaba boquiabiertos a los señores de la época al protagonizar un espectáculo circense en el que se paseaba desnuda junto a una jaula de leones. Un empresario catalán pronto vio aquello un negocio con el cual hacerse rico, y propuso a Armand Guerra, un director de la CNT, una película con ella de protagonista. Carne de fieras terminó de rodarse a duras penas a principios de septiembre de 1936, cuando las bombas ya habían materializado el alzamiento de Franco. Un estrafalario filme (que nunca llegaría a estrenarse) cuyos pormenores rescata el historiador Juan A. Ríos Carratalá en El tiempo de la desmesura (Barril&Barral).

No es otro libro sobre la Guerra Civil

Ríos Carratalá cuenta los inicios de la industrial del cine en España durante la contienda bélica. Pero en esta ocasión, la Guerra Civil no es más que el escenario que creará las particularidades y añadirá las circunstancias a unas películas más propias de la posterior época del destape que de los años treinta.

El historiador se centra en Carne de fieras, El genio alegre y Rojo y negro, que tienen en común la desmesura de aquel tiempo. Películas descontextualizadas, bizarras y malditas que, de no haber sido víctimas del franquismo, se habrían convertido en testimonio de los aires de modernidad que soplaron durante los años de la Segunda República, que no sólo azotó al cine. “El impulso modernizador de la República se extendió a los más diversos ámbitos. Los modelos de la belleza femenina no constituían una excepción. Las «mujeres de bandera» de los años treinta habían empezado a estilizarse para amoldarse a los iconos cinematográficos», explica Ríos Carratalá en su libro.

Las actrices de la guerra

Tras esas películas se esconde la historia de un grupo de mujeres que despertaban las fantasías eróticas masculinas de la época. No sólo la francesa Grey, que “provista de un tanga como única defensa alimentaba [para el costumbrismo español] la leyenda erótica de «las francesas»”, sino también la vedette catalana Tina de Jarque, cuyo romance con Álvaro Retana nutriría la leyenda de su misterioso final, o de la madrileña Rosita Díaz Gimeno, que no tuvo problemas en declarar: “A mí me parece magnifico que se otorgue el voto de la mujer. El divorcio me entusiasma. No porque piense ponerlo en práctica, sino porque me parece una cosa, más que justa, necesaria para dar situación legal a tantos matrimonios separados, unos moralmente y otros moral y afectivamente”, en 1931.

Ellas y muchas otras son el hilo conductor de El tiempo de la desmesura, un libro interesante y divertido que bien podría llevarse a la gran pantalla ahora que la censura no es más que un mal sueño. O eso dicen.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Cosas de mujeres

Lucía Etxebarría


Los individuos viven en continúa búsqueda de referentes. Es una de las características del Ser Social y de la cultura mediática, que necesita de las clasificaciones. Como lectores pasa lo mismo, sólo que a mi generación (digital) le resulta complicadísimo encontrar las semejanzas con la literatura del Siglo de Oro, por ejemplo. Y, sobre todo, si somos mujeres.

Cuando decidí dejarme matar de hambre por los libros, fue tras la lectura de Amor, curiosidad, prozac y dudas (Planeta), que leí con poco más de diecisiete años. Reconozco que nos es una lectura adecuada para una adolescente al borde de la juventud, pero descubrir a Lucía Etxebarría marcó un antes y un después en mi confrontación con la literatura. Por primera vez tenía en mis manos un libro que me trataba de tú a tú, en el que las mujeres eran las protagonistas, diciendo las cosas claras y trazándose su propio camino. Fue placentero saber que, realmente, querer es poder.

A partir de entonces, mi interés literario se había vuelto mucho más pretencioso, pero era lectura asidua de Etxebarría: Nosotras que no somos como las demás, Un milagro en equilibrio, Cosmofobia… Eso sí, siempre con una cierta nostalgia del Amor, curiosidad… que sólo decidí releer hace a penas unos meses.

Lo mejor de la reedición que Booket hizo de la ópera prima de Etxebarría del 2009, fue el prólogo de la autora, en la que confiesa su relación con Amor, Curiosidad, Prozac y Dudas unos trece años después de haberlo escrito. Confiesa (como ya me han confirmado varios escritores) que no ha vuelto a leer sus libros y que le costó entender el éxito de mercado. Pero, lo que más me gustó, fue coincidir con ella en la atemporalidad de la historia y que, bajo circunstancias diferentes, al fin y al cabo las mujeres seguimos siendo las mismas.

Lucía Etxebarría tiene que ser leída por mujeres. Mujeres que quieren ser mujeres y que no se averguenzan de serlo. Y por hombres que quieren entendernos. O los que, por lo menos, están dispuestos a intentarlo.

martes, 9 de noviembre de 2010

Cosas de modernos

Valérie Mréjen


Valérie Mréjen es una escritora moderna, por lo que es de esperar que sus libros sean modernos. Historias que encantan o que se aborrecen pero que, por h o por b, no dejan indiferente.

Yo conocí a Mréjen de manera casual. En mi época parisina era aficionada a las críticas de Jean-Luc Douin en Le Monde. Él rápidamente la apodó mademoiselle caméleon, diciendo de su obra que eran como “películas del Gordo y el Flaco filmadas por la Nouvelle Vague”. Algo de cierto tiene, desde luego.

A mi vuelta a Madrid, dos amigos escritores (aunque yo destaco su faceta de lectores empedernidos) me preguntaron si había leído algo suyo. Supongo que debí avergonzarme por no haberlo hecho ya que, al parecer, con sus primeras novelas se había convertido en la nueva enfant terrible de la intelectualidad francesa. Valérie Mréjen molaba.

Ante tanta recomendación y buenas críticas, piqué el anzuelo y me hice con los dos únicos libros publicados en España: Mi abuelo y El Agrio (Periférica). Me alegré al comprobar que no habría defraudado las expectativas, y que Mréjen estaba «condenada» a convertirse en una de las futuras glorias de Francia.

La parisina parece escribir como por casualidad. Pequeños párrafos que van encajando en un todo que, al final, consigue emocionar pero sin querer. Historias normales, de gente normal, pero cargadas de detalles que le dan el toque de sofisticación necesario para que una novela pase de ser una novela para convertirse en una gran novela. Y Mréjel en una gran escritora.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Cuando éramos asesinos

'Una historia de la violencia' (Paidós)


Un ensayo recorre el comportamiento agresivo en Europa desde la Edad Media hasta hoy

La crisis, ¡dichosa crisis! 23 millones de parados en toda Europa en marzo de 2009 (según los últimos datos sobre desempleo ofrecidos por Eurostat) alguna consecuencia tendría que tener. “La explicación principal de las oleadas recientes de brutalidad {como las denominadas noches calientes en los suburbios de París en 2005} destructiva en Europa reside en las cada vez mayores dificultades con que se encuentran los más desfavorecidos, especialmente las nuevas generaciones, por hacerse con su parte del pastel social en un período fuertemente marcado por el desempleo y el futuro”, establece el profesor Robert Muchembled en Una historia de la violencia (Paidós). En el libro, el francés analiza el comportamiento agresivo en la Europa Occidental desde el siglo XIII hasta la actualidad.

Durante cientos de años, la conducta violenta ha ido sufriendo mutaciones causales, a excepción de dos constantes que se mantienen a lo largo de los siglos: el sexo y la edad. ”Los implicados son sobre todo varones jóvenes, entre los 20 y 30 años”, indica Muchembled, que atribuye tan sólo un 10% de los delitos de sangre, desde la Edad Media, a las mujeres.

Hommos Homini Lupus

Hasta el siglo XVII, la violencia está relacionada con una cuestión de honor, fruto de un sistema de códigos muy precisos. “La violencia asesina no refleja más que la intensidad de las emociones colectivas que unen a un ser con su grupo, hasta el punto de que la venganza se convierte en una obligación sagrada, ya que la pérdida del honor implica también la pérdida de la honra de la familia”, explica Muchembled.

En el ensayo se establece que la disminución de los comportamientos violentos comienza con la implantación del Estado Moderno, ya que se produce un cambio cultural “importantísimo a consecuencia de una creciente sensibilización ante la violencia y del desarrollo de formas de control internas y externas”. De hecho, Hobbes recuperará, en 1651, el aforismo de Plauto de “el hombre es un lobo para el hombre”, ya que por primera vez es necesario reflexionar sobre si la crueldad del hombre es una cuestión de natura o algo provocado por las dificultades de vivir en sociedad.

La Revolución Industrial trae consigo una dosis de optimismo: como ilustra Muchembled “la imigración a la ciudad provoca un refinamiento y una civilización de las costumbres”. Esto, junto al sistema de multas, hará que cada vez sean menos los que se atrevan a tomarse la justicia por su mano.

Un continente manso

Como se esclarece en el libro, los delitos por homicidio han pasado de un 6% a 0,3 % desde 1560 a 1985. Las cifras, tomadas del británico Kent, resultan esperanzadoras, y Muchembled no duda en afirmar que la mejora ha sido, en parte, consecuencia a las guerras que tienen “más bien un efecto atenuador, salvo cuando van seguidas de una fuerte desorganización, que se convierte en caldo de cultivo de una crisis”. Las condiciones económicas son determinantes, pero la agresividad social también se ve agravada por “situaciones de explosión demográfica combinadas con un malestar fruto de dificultades concretas de integración”. Esto justifica, quizá, la afirmación del francés de que “actualmente sigue existiendo una barrera transparente entre la Comunidad Europea (antes de la ampliación en el año 2000) y el antiguo bloque soviético: mientras que la tasa de homicidios alcanzó el 28,4% en Rusia, en la Europa Occidental fluctuaba entre el 1,6 y el 0,7%”.

Ambiente caldeado

Teorías psicoanalistas plantean que muchos niños han sufrido, alguna vez, deseos de matar a su padre. Una de las peculiaridades del mundo moderno es el aumento de la esperanza de vida, lo que hace que los jóvenes tarden más tiempo en ocupar sus roles sociales. Muchos coinciden que una de las características intrínsecas de la juventud es la impaciencia, lo que en ocasiones les lleva a desesperarse y recurrir a la violencia “como forma de expresión de un poderoso descontento del mundo juvenil frente a los adultos”, propone el autor.

Muchembled se pregunta hasta qué punto los jóvenes de hoy en día se sienten “ frustrados por haber tenido que controlar su violencia desde la pubertad y ahora descubren que no han alcanzado ese supuesto éxito social que esperaban”.

En el libro, se apuesta por que el aumento de comportamientos violentos entre los varones jóvenes criados en la cultura consumista universal del siglo XXI es debido a que ahora se escoge, más a menudo, “la vía de la criminalidad para obtener satisfacciones inmediatas, frente a los jóvenes crecidos al amparo de la Guerra de Vietnam”. La tesis defendida por el francés es que el aumento actual de la violencia “es consecuencia del sistema capitalista caracterizado a la vez por la abundancia y por una miseria que esta misma abundancia se hace más insoportable para los excluidos del sistema”. Sin embargo, concluye que “rara vez ese comportamiento violento desemboca en homicidio”. Menos mal.

martes, 2 de noviembre de 2010

Los 'pros' de conocernos mejor

'Y el cerebro creó al hombre' (Planeta)


El cerebro no es más que un órgano. De hecho, si un día no hubiese desarrollado la capacidad de germinar algunos rasgos característicos del Ser Humano, nadie le habría dado tanto protagonismo. Pero resulta que es esta parte viscosa de nuestro cuerpo la que crea la razón de vida del hombre; es decir, la consciencia.

Antonio Damasio, profesor en la Universidad del Sur de California y Premio Príncipe de Asturias de Ciencias en 2005 acaba de publicar Y el cerebro creó al hombre (Planeta), un ensayo sobre neurociencia. Con un lenguaje sencillo, asequible y emotivo, Damasio aborda una cuestión compleja: ¿cuál fue el instante en el que el cerebro cobro consciencia de sí mismo y surgió todo lo bueno y lo malo de la condición humana?

La consciencia puede describirse como la “aptitud que consiste en tener una mente provista de un propietario”, afirma el profesor en su estudio. Sin embargo, Damasio admite que dar una fecha exacta en la que el cerebro empezó a desarrollarse hasta crear la mente es algo complicado, ya que más bien este desarrollo corresponde con un proceso de evolución que aún hoy no ha finalizado. Además, es subjetivo de muchos aspectos extrabiológicos como, pueden ser, los cambios socioculturales que rodean al individuo.

El científico confirma que existen dos conexiones neuronales fundamentales para la creación de la mente: el concepto del “sí mismo como objeto” y el de “mí mismo como objeto que conoce”; es decir: que el hombre sea capaz de identificarse a la vez que sabe que es capaz de identificar a los demás. Esto se lleva a cabo mediante un ejercicio de una identificación de las imágenes, ya que entre el “«sí mismo como objeto» y el «sí mismo como sujeto que conoce» no hay dicotomía, sino continuidad y progresión”.

Antonio Damasio pretende ampliar su target de lectores, indicando que ayudar a comprender la evolución de la mente ayuda a comprender las sociedades: “Mientras los seres humanos debaten acerca de los beneficios o los peligros de las tendencias culturales, y de ciertos avances como la revolución digital, puede sernos de ayuda estar informados acerca de cómo nuestros flexibles cerebros crean la conciencia”. Para Damasio, la conciencia crea el quid de la existencia humana: el valor biológico. La sociología, la antropología, la política…, de lo que se han ocupado ha sido de cómo gestionar este valor biológico. “Si se conoce cómo funciona la consciencia y, por tanto, la subjetividad humana”, continúa Damasio, “podrán desarrollarse nuevas maneras y medios de gestión”.

lunes, 1 de noviembre de 2010

La necesidad utópica



La construcción de imposibles resulta un ejercicio plenamente placentero aunque, eso sí, reconozco que no por ello exento de inconformidad y, quizá, inmadurez pero que, en cualquier caso, resulta necesario para sobrevivir en un mundo cargado de banalidad y nihilismo.

Soy consciente que lo fácil que es posicionarse al otro lado; atravesar la línea de lo real y dejarse llevar por lo indiscutible y lo pragmático, pero no siempre se tiene la suficiente tenacidad para luchar contra lo que uno es. Creo que es un mal que sufrimos a todos los que nos apasiona Dalí, y que nuestras novelas preferidas están escritas en francés.

De la lectura de Sartori (¿Qué es la democracia?, publicado por Taurus) comparto la idea de que la utopía puede traducirse como «contemplación», pero le sumaría el acto de reflexión. El hecho de crear «ciudades ideales», siguiendo a Marx, implica no sólo la idea utópica de materializar un espado que para el socialista resultaba puro sino, también, la representación de que es viable un posible cambio en el sistema de organización social.

Sartre persiguió durante toda su vida la teoría de que el hombre está condenado a elegir. Sin embargo, el exceso de realismo puede impedir este acto de elección si se acepta que la estructura política impuesta es la correcta y la única posible. Por tanto, la reflexión en torno a ideales es lo que debiera llevar al cambio y a la apertura de un abanico de posibilidades que aumente la calidad en la convivencia social.

Las revoluciones románticas se han sustentado sobre esta motivación de ampliar las opciones de los individuos más aún que el hecho de convencer sobre cuál es la tendencia política correcta. Breton afirmó que “la imaginación no es un don, sino el objeto de conquista por excelencia”, y las revoluciones del 68 lo tomaron como eslogan. Realmente, por todo esto, creo que la utopía es necesaria en la política y en lo social, a pesar de que muchas veces su falta de pragmatismo la relegue a la escena de lo absurdo.

No creo que existan estados ideales pero confío en que la imaginación (llamada utopía o llamada absurdo) consiga transportar al ser social a un cambio, a su evolución y a la mejora. Ya que la política parece ser que no es capaz de hacerlo.

La evolución del «Homo Ibericus»

'Homo italicus' (Aliberticastelvecchi)


Hace no mucho tiempo, la socióloga italiana Giusi Miccoli publicó Homo Italicus (Aliberticastelvecchi). Según ella "un manual de amor con el que pretendía hacer reflexionar a hombres y mujeres para que podamos entendernos".

En él, Miccoli aporta doce tipologías diferentes de hombre (trazadas según su relación con las mujeres: el Hombre-Geisha, el Vintage, el Bi-Casado, el Virtual, el Coleccionista, el Simbiótico, el Soltero-Ennoviado, el Maratón, el Velocista, el Autárquico, el Amigo y el Raro. El libro explica cómo los pueden ir mutando de una categoría a otra y que, dentro de cada categoría, existen diferentes subtipos.

Aunque Homo Italicus aún no ha sido traducido al castellano, Miccoli confirma que los tipos de hombre más presentes en España (al igual que en Italia) son tres: "el hombre Amigo, el Coleccionista y el hombre Maratón”. El Amigo es aquel que instaura con la mujer una relación de amistad pero también quiere, eventualmente, sexo. Por el contrario, el hombre Coleccionista es aquel que es capaz de emplear cualquier artimaña para acostarse con una mujer. Su fase preferida de las relaciones es la conquista, y cuanto más difícil se lo pongan, más le interesa. Es aquel tipo de hombre que se mantiene inmóvil en los veintitantos, por eso la franja de edad de mujeres que frecuenta es muy amplia. Por su parte, el hombre Maratón es aquel que, aún sin darse cuenta, termina comprometiéndose. “Tanto en Italia como en España, los rasgos culturales hace que se tienda a la estabilidad, a la compañía. El hombre Maratón es un perfecto compañero de vida una vez que consigue superar sus propios tabúes”, confirma Miccoli.

A la socióloga no le gusta que se diga que su libro es un manual de amor. Ella prefiere que se entienda como "un texto que ayude a que mujeres y hombres se entiendan". A pesar de ello, no ha podido (ni querido) evitar que la lectura resulte divertidísima.

domingo, 31 de octubre de 2010

Kerouac y sus rarezas

'Satori en París' (Escalera)


Jack Kerouac necesitaba respuestas. Cuatro años antes de su muerte, en 1969, decidió emprender un viaje por Francia para descubrir los orígenes de su apellido. Buscaba su satori (término japonés, propio de la filosofía budista, que significa «iluminación») y lo encontró en manos de un taxista llamado Raymond Baillet que le translada hasta el aeropuerto de Orly.

“Todo lo que tengo que decir de él, en relación con el hecho de que él pudo ser la causa de mi satori en París, es que era amable, eficiente, cortés, a la moda, distante y otras cosas. [... ] Él Raymond Baillet, es un caballero y un excelente taxista que por azar conmovió a un americano camino del aeropuerto”, escribiría meses más tardes Kerouac. Desde su casa de Florida plasmaría su experiencia europea en Satori en París (Ediciones Escalera), un texto prácticamente desconocido que se publicó por primera vez en España en octubre de 2009, para conmemorar el cuarenta aniversario de la muerte del escritor.

Satori en París es un libro cargado de beat, que mantiene la esencia de On the road y de Los vagabundos del Dharma con la peculiaridad de que el escenario en el que se desarrolla es París y Bretaña, y los personajes con los que Kerouac se cruzará son, entre otros, españoles.

En esta ocasión, Kerouac no crea un álter ego en el que esconderse, y él mismo es el protagonista que conducirá al lector por los suburbios de la capital francesa, invitándole a bistrot, prostíbulos y hoteles de mala muerte que provocan que Satori en París huela a beat.

Riéndose del mito que creó en los cincuenta, Jack Kerouac dio vida a una rareza que a los amantes del be-bop y de la literatura de asfalto les encantará descubrir.