«Ama el arte. De todas las mentiras es la menos falaz»

Gustave Flaubert


lunes, 29 de noviembre de 2010

Cosas de judíos

Mois Benarroch


Los libros jamás dejarán de sorprenderme. El otro día, mismamente, me llega un nuevo correo electrónico. El asunto es el siguiente: “¿Se puede hacer literatura beat en Israel?” Me paro un momento a pensar y me doy cuenta que es una pregunta que yo no me habría hecho nunca.

Los seres humanos necesitamos de referentes, de ordenar todo en cajas y por etiquetas para dar un poco de orden a nuestra vida. Cuando te lees doce, trece, libros de manera semanal pasa lo mismo. Por eso, que la Editorial Escalera viniese a decirme que Amor y exilios era un beat escrito por un judío marroquí nacido en Tetúan (¡y originalmente en castellano!) me pareció, como poco, intrigante.

Daniel y Thais (las entrañas de Escalera) son dos personas encantadoras por eso no sólo me facilitaron un ejemplar sino que, además, me invitaron a conocer a Mois Benarroch, el autor. Estuvimos charlando en el Café Manola, en la calle San Vicente Ferrer, y le pregunté si, realmente, en Israel se hacía literatura a lo Kerouac y yo no lo sabía. «No», me dijo, «yo soy un escritor extraño».

Amor y exilios es un libro indescriptible. Nada más empezar a leer te das cuenta que estás ante un objeto raro en el que tienes necesidad de pasar página para saber si sigue habiendo más. Que si sexo, que si alcohol, que si prostis, que si amor… Mucho beat en un contexto al que no estamos acostumbrados, lo que hace que estos siete libros, dentro de uno, sea una estupenda dosis de humildad así como una rareza exquisita.

viernes, 26 de noviembre de 2010

El Apocalipsis de las mayúsculas

'El apocalipsis de los trabajadores' (Alpha Decay)


En 2007, Valter Hugo Mae ganó el Premio José Saramago con su segunda novela, Remoso de Baltazar Serapiao. Fue entonces cuando todos empezaron a augurarle un futuro comprometedor y que se convertiría en un prodigio de las letras en lengua portuguesa. Manteniendo su estilo, caracterizado por la ausencia de mayúsculas, lo que imprime velocidad al texto mediante la eliminación de todos los obstáculos innecesarios para el lector, ahora publica El Apocalipsis de los Trabajadores (Alpha Decay).

Retrato de la sociedad portuguesa

Esta novela gira en torno a Maria da Graça, una cuarentona infeliz que todos los días tiene que reinventarse a sí misma para poder comer. Sin embargo, la necesidad no le impide que sueñe con un futuro mejor junto a su amante. El señor Ferreira es un hombre de setenta años, soltero y refinado, cuya vida gira en torno al arte y a la estética. Él será quien guíe a Maria da Graça por esa complicada situación, crítica, en la que el país (Portugal) se ve envuelto y donde ya, ni tan siquiera, la religión sirve de consuelo: “y quién mata a las religiones. y él respondía: los artistas. hacen que las religiones sean intuitivas pasiones por la vida, que es lo que debería de ser la religión, tan sólo eso, una profunda e intuitiva pasión por la vida. los artistas son lo más cercano que hay a la humanidad”.

Junto a Maria da Graça y el señor Ferreira también está su vecina, el amante inmigrante de ésta, los padres de él y la hambruna en Ucrania. También está el marino, el perro Portugal y el cielo. Todos ellos arrastran una historia, una historia común, que Mae retrata con toques trágicos, cómicos y subversivos.

En El Apocalipsis de los trabajadores no falta la crítica a un sistema que no asegura la supervivencia de los individuos. La precaria situación económica que sufre el país vecino le sirve al autor para cuestionarse a qué se supone que debe aferrarse los ciudadanos, cuando ni Dios ni los sueños son suficientes. Algunos tienen la suerte de creer en ellos mismos mientras que otros, sin embargo, creen que la única opción es dejarse vencer.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Kerouac quiso ser negro

'Pic' (Escalera)


En ‘Pic’ Jack Kerouac buscó su álter ego en un niño de diez años con acento sureño.

Jack Kerouac murió el 21 de octubre de 1969. Ese mismo día, Dizzy Gillespie, uno de sus músicos preferidos, cumplió 47 años. El trompetista lloró la pérdida de Kerouac, que le había seguido de manera incondicional por los clubs de Nueva York. Quizá por ello, la obra de Kerouac sepa a jazz del bueno, a suburbios y a exceso, lo que le convertiría en precursor de una revolución cultural en la que él participaría de manera activa. Tanto, que no fue capaz de resistir a su propio cataclismo y una cirrosis se lo llevaría, a los 47 años, siendo ya una leyenda.

En el camino o La vanidad de los Duluoz han sobrevivido al paso de los años, convirtiéndose en lecturas obligatorias para los amantes de la literatura de calidad. Los estadounidenses son expertos en sacar partido a sus viejas glorias, por eso descubrir que aún quedan obras inéditas de Kerouac en castellano se convierte en una especie de misterio paranormal. O en un regalo. Es el caso de Pic (Escalera), que se publica por primera vez en España para conmemorar los treinta y cinco años de la muerte del genio.

Alusiones beat

Jack Kerouac se encontraba en plena crisis creativa. Se sentía incapaz de crear material nuevo y por ello decidió recopilar una serie de relatos que había escrito a lo largo de los años. Los unió gracias a Pictorial Review Jacksin, Pic, un niño negro de diez años que emprende un viaje junto a su hermano, Slim, desde Carolina del Norte (donde era “el chico más negro, más oscuro que jamás había acudido a aquella escuela”) hasta Nueva York, donde frecuentará jazz clubs y montará en Metro.

Para dar sentido a la historia, Kerouac rescribió todos los relatos con acento sureño en 1951, haciendo de las peculiaridades beat simples parábolas que el lector debe descubrir por sí solo. Un ejemplo: Slim es saxofonista y, después de perder un trabajo porque su traje no combinaba con la clientela del local, sus únicas palabras son: “La verdad es que no logré sacarle a ese saxo toda la música que a mí me hubiera gustado”.

Creando álter egos

Dentro de Pic se incorpora el capítulo de El fantasma de Susquehanna, que Kerouac escribiría para En el camino y que finalmente quedaría excluido. En este episodio, puede leerse, en palabras del viejo: “Conocí a un chico en esta misma carretera hace tres años y era clavado a vosotros [Pic y Slim, que intentan llegar a California]: perezoso, lento, vamos, no os rezaguéis”. Está claro que hace alusión a Sal Paradise, álter ego de Kerouac en On the road, que pasaría por esa carretera de Nevada, a orillas del río Susquehanna, tres años antes, en 1948 o 1949, cuando se tiene constancia que Kerouac realizó la Ruta 66.

Esta escena permite ver cómo Jack Kerouac entendió su obra como un “todo”, por eso sus libros están cargados de interconexiones, tal y como él quiso concebir su legado tras leer En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust.

Una rareza

Pic es un raro entre los raros. Una obra que el lector no espera encontrarse firmada por el más sentimental incitador de las drogas, el alcohol y el sexo como “puerta del paraíso”.

Jack Kerouac consigue emocionar y conmover, revelando su yo más inocente e ingenuo. Un libro que sigue la línea de lo beat sin serlo del todo, pero cargado de asfalto y be-bop que merece la pena descubrir a ritmo de jazz y vino californiano. Y de todo lo que el lector quiera.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Los entresijos de la Revolución Rusa

'Caoba' (Veinsieteletras)


Casi medio siglo después de su muerte, el ensayista Vitali Shentalinski inicia su investigación de los archivos de la KGB sobre los procesos abiertos a escritores soviéticos durante la dictadura de Stalin. Fue así como descubrió que Boris Pilniak fue asesinado el 21 de abril de 1938, después de que fue arrestado acusado de terrorismo y espionaje.

En aquellos años, Pilniak era uno de los escritores más conocidos de toda Rusia, gracias a El año desnudo, libro con el que conseguiría impresionar a Gorki. Ahora, la editorial Veintisieteletras, publica Caoba, una recopilación de cuentos firmados por Pilniak, considerada una obra maestra acerca del torbellino que fue la Revolución Rusa.


Un hombre desencantado

Cuando estalló la Revolución, Boris Pilniak la apoya sin dilaciones, considerando que serviría para alejar a Rusia de las veleidades occidentales. Sin embargo, pronto detecta la deriva autoritaria de los dirigentes soviéticos y empieza a ver la Revolución como “un tornado sangriento, un huracán desencadenado o, más exactamente, un animal implacable”. Sus relatos estarán marcados, a partir de entonces, por un tono acusador y de denuncia acerca de los abusos que Stalin está ejecutando en su país. Tras una campaña de desprestigio pública, Pilniak se ve obligado a exiliarse a Berlín hasta que en 1937 será finalmente detenido.

‘Caoba’ y otros cuentos

La lectura de Caoba no resulta fácil. Ejemplo de vanguardia e intelectualidad, Pilniak despliega una narrativa endiablada y cargada de referentes culturales, muchos de ellos relacionados con la Historia de Rusia. Sergio Pitol (Premio Cervantes), encargado de la traducción y autor del prólogo, dice de Caoba que es una “épica crónica de una epopeya inmensa y de su envelecimiento. Pilniak fue hasta el final un empecinado creyente en la regeneración de su pueblo”.

Además de Caoba, la edición incluye otros cuatro relatos que tienen en común el tono crítico y un reflejo de la mayor pasión del autor: los libros. Entre ellos destaca Un cuento sobre cómo se escriben los cuentos, con el que (valiéndose de la historia de una mujer rusa emigrada a Japón) intenta resolver los problemas de escritura ofreciendo una reconstrucción bibliográfica e inaudita.

Ejemplo de genialidad

La obra de Pilniak destaca porque siempre ha obtenido el beneplácito de la crítica. Fue Trotsky uno de los primeros en rendirse a sus pies, destacando su capacidad para “estructurar hábilmente y con agudeza una parte de nuestra vida y en eso reside su fuerza, porque es un realista”.

Victor Serge y Rafael Chirles también se rinden a los pies de Pilniak y de Caoba, que sirve no sólo para descubrir a un autor asesinado en pleno florecimiento artístico, sino que da las claves para descifrar, aún más, lo que fue realmente la Revolución Rusa. Él mismo escribiría: “…cuando todo se poseía en común, tanto el pan como el trabajo, cuando no existía ni pasado ni futuro, cuando reinaban las ideas y no el dinero; un periodo histórico vuelto de pronto inútil”.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Silencio y… ¡Boom!

'El tiempo de la desmesura' (Barril&Barral)


En 1935, el espíritu de la Guerra Civil ya merodeaba por la capital española. Ese mismo año, la francesa Marlene Grey, conocida como la Venus Rubia, dejaba boquiabiertos a los señores de la época al protagonizar un espectáculo circense en el que se paseaba desnuda junto a una jaula de leones. Un empresario catalán pronto vio aquello un negocio con el cual hacerse rico, y propuso a Armand Guerra, un director de la CNT, una película con ella de protagonista. Carne de fieras terminó de rodarse a duras penas a principios de septiembre de 1936, cuando las bombas ya habían materializado el alzamiento de Franco. Un estrafalario filme (que nunca llegaría a estrenarse) cuyos pormenores rescata el historiador Juan A. Ríos Carratalá en El tiempo de la desmesura (Barril&Barral).

No es otro libro sobre la Guerra Civil

Ríos Carratalá cuenta los inicios de la industrial del cine en España durante la contienda bélica. Pero en esta ocasión, la Guerra Civil no es más que el escenario que creará las particularidades y añadirá las circunstancias a unas películas más propias de la posterior época del destape que de los años treinta.

El historiador se centra en Carne de fieras, El genio alegre y Rojo y negro, que tienen en común la desmesura de aquel tiempo. Películas descontextualizadas, bizarras y malditas que, de no haber sido víctimas del franquismo, se habrían convertido en testimonio de los aires de modernidad que soplaron durante los años de la Segunda República, que no sólo azotó al cine. “El impulso modernizador de la República se extendió a los más diversos ámbitos. Los modelos de la belleza femenina no constituían una excepción. Las «mujeres de bandera» de los años treinta habían empezado a estilizarse para amoldarse a los iconos cinematográficos», explica Ríos Carratalá en su libro.

Las actrices de la guerra

Tras esas películas se esconde la historia de un grupo de mujeres que despertaban las fantasías eróticas masculinas de la época. No sólo la francesa Grey, que “provista de un tanga como única defensa alimentaba [para el costumbrismo español] la leyenda erótica de «las francesas»”, sino también la vedette catalana Tina de Jarque, cuyo romance con Álvaro Retana nutriría la leyenda de su misterioso final, o de la madrileña Rosita Díaz Gimeno, que no tuvo problemas en declarar: “A mí me parece magnifico que se otorgue el voto de la mujer. El divorcio me entusiasma. No porque piense ponerlo en práctica, sino porque me parece una cosa, más que justa, necesaria para dar situación legal a tantos matrimonios separados, unos moralmente y otros moral y afectivamente”, en 1931.

Ellas y muchas otras son el hilo conductor de El tiempo de la desmesura, un libro interesante y divertido que bien podría llevarse a la gran pantalla ahora que la censura no es más que un mal sueño. O eso dicen.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Cosas de mujeres

Lucía Etxebarría


Los individuos viven en continúa búsqueda de referentes. Es una de las características del Ser Social y de la cultura mediática, que necesita de las clasificaciones. Como lectores pasa lo mismo, sólo que a mi generación (digital) le resulta complicadísimo encontrar las semejanzas con la literatura del Siglo de Oro, por ejemplo. Y, sobre todo, si somos mujeres.

Cuando decidí dejarme matar de hambre por los libros, fue tras la lectura de Amor, curiosidad, prozac y dudas (Planeta), que leí con poco más de diecisiete años. Reconozco que nos es una lectura adecuada para una adolescente al borde de la juventud, pero descubrir a Lucía Etxebarría marcó un antes y un después en mi confrontación con la literatura. Por primera vez tenía en mis manos un libro que me trataba de tú a tú, en el que las mujeres eran las protagonistas, diciendo las cosas claras y trazándose su propio camino. Fue placentero saber que, realmente, querer es poder.

A partir de entonces, mi interés literario se había vuelto mucho más pretencioso, pero era lectura asidua de Etxebarría: Nosotras que no somos como las demás, Un milagro en equilibrio, Cosmofobia… Eso sí, siempre con una cierta nostalgia del Amor, curiosidad… que sólo decidí releer hace a penas unos meses.

Lo mejor de la reedición que Booket hizo de la ópera prima de Etxebarría del 2009, fue el prólogo de la autora, en la que confiesa su relación con Amor, Curiosidad, Prozac y Dudas unos trece años después de haberlo escrito. Confiesa (como ya me han confirmado varios escritores) que no ha vuelto a leer sus libros y que le costó entender el éxito de mercado. Pero, lo que más me gustó, fue coincidir con ella en la atemporalidad de la historia y que, bajo circunstancias diferentes, al fin y al cabo las mujeres seguimos siendo las mismas.

Lucía Etxebarría tiene que ser leída por mujeres. Mujeres que quieren ser mujeres y que no se averguenzan de serlo. Y por hombres que quieren entendernos. O los que, por lo menos, están dispuestos a intentarlo.

martes, 9 de noviembre de 2010

Cosas de modernos

Valérie Mréjen


Valérie Mréjen es una escritora moderna, por lo que es de esperar que sus libros sean modernos. Historias que encantan o que se aborrecen pero que, por h o por b, no dejan indiferente.

Yo conocí a Mréjen de manera casual. En mi época parisina era aficionada a las críticas de Jean-Luc Douin en Le Monde. Él rápidamente la apodó mademoiselle caméleon, diciendo de su obra que eran como “películas del Gordo y el Flaco filmadas por la Nouvelle Vague”. Algo de cierto tiene, desde luego.

A mi vuelta a Madrid, dos amigos escritores (aunque yo destaco su faceta de lectores empedernidos) me preguntaron si había leído algo suyo. Supongo que debí avergonzarme por no haberlo hecho ya que, al parecer, con sus primeras novelas se había convertido en la nueva enfant terrible de la intelectualidad francesa. Valérie Mréjen molaba.

Ante tanta recomendación y buenas críticas, piqué el anzuelo y me hice con los dos únicos libros publicados en España: Mi abuelo y El Agrio (Periférica). Me alegré al comprobar que no habría defraudado las expectativas, y que Mréjen estaba «condenada» a convertirse en una de las futuras glorias de Francia.

La parisina parece escribir como por casualidad. Pequeños párrafos que van encajando en un todo que, al final, consigue emocionar pero sin querer. Historias normales, de gente normal, pero cargadas de detalles que le dan el toque de sofisticación necesario para que una novela pase de ser una novela para convertirse en una gran novela. Y Mréjel en una gran escritora.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Cuando éramos asesinos

'Una historia de la violencia' (Paidós)


Un ensayo recorre el comportamiento agresivo en Europa desde la Edad Media hasta hoy

La crisis, ¡dichosa crisis! 23 millones de parados en toda Europa en marzo de 2009 (según los últimos datos sobre desempleo ofrecidos por Eurostat) alguna consecuencia tendría que tener. “La explicación principal de las oleadas recientes de brutalidad {como las denominadas noches calientes en los suburbios de París en 2005} destructiva en Europa reside en las cada vez mayores dificultades con que se encuentran los más desfavorecidos, especialmente las nuevas generaciones, por hacerse con su parte del pastel social en un período fuertemente marcado por el desempleo y el futuro”, establece el profesor Robert Muchembled en Una historia de la violencia (Paidós). En el libro, el francés analiza el comportamiento agresivo en la Europa Occidental desde el siglo XIII hasta la actualidad.

Durante cientos de años, la conducta violenta ha ido sufriendo mutaciones causales, a excepción de dos constantes que se mantienen a lo largo de los siglos: el sexo y la edad. ”Los implicados son sobre todo varones jóvenes, entre los 20 y 30 años”, indica Muchembled, que atribuye tan sólo un 10% de los delitos de sangre, desde la Edad Media, a las mujeres.

Hommos Homini Lupus

Hasta el siglo XVII, la violencia está relacionada con una cuestión de honor, fruto de un sistema de códigos muy precisos. “La violencia asesina no refleja más que la intensidad de las emociones colectivas que unen a un ser con su grupo, hasta el punto de que la venganza se convierte en una obligación sagrada, ya que la pérdida del honor implica también la pérdida de la honra de la familia”, explica Muchembled.

En el ensayo se establece que la disminución de los comportamientos violentos comienza con la implantación del Estado Moderno, ya que se produce un cambio cultural “importantísimo a consecuencia de una creciente sensibilización ante la violencia y del desarrollo de formas de control internas y externas”. De hecho, Hobbes recuperará, en 1651, el aforismo de Plauto de “el hombre es un lobo para el hombre”, ya que por primera vez es necesario reflexionar sobre si la crueldad del hombre es una cuestión de natura o algo provocado por las dificultades de vivir en sociedad.

La Revolución Industrial trae consigo una dosis de optimismo: como ilustra Muchembled “la imigración a la ciudad provoca un refinamiento y una civilización de las costumbres”. Esto, junto al sistema de multas, hará que cada vez sean menos los que se atrevan a tomarse la justicia por su mano.

Un continente manso

Como se esclarece en el libro, los delitos por homicidio han pasado de un 6% a 0,3 % desde 1560 a 1985. Las cifras, tomadas del británico Kent, resultan esperanzadoras, y Muchembled no duda en afirmar que la mejora ha sido, en parte, consecuencia a las guerras que tienen “más bien un efecto atenuador, salvo cuando van seguidas de una fuerte desorganización, que se convierte en caldo de cultivo de una crisis”. Las condiciones económicas son determinantes, pero la agresividad social también se ve agravada por “situaciones de explosión demográfica combinadas con un malestar fruto de dificultades concretas de integración”. Esto justifica, quizá, la afirmación del francés de que “actualmente sigue existiendo una barrera transparente entre la Comunidad Europea (antes de la ampliación en el año 2000) y el antiguo bloque soviético: mientras que la tasa de homicidios alcanzó el 28,4% en Rusia, en la Europa Occidental fluctuaba entre el 1,6 y el 0,7%”.

Ambiente caldeado

Teorías psicoanalistas plantean que muchos niños han sufrido, alguna vez, deseos de matar a su padre. Una de las peculiaridades del mundo moderno es el aumento de la esperanza de vida, lo que hace que los jóvenes tarden más tiempo en ocupar sus roles sociales. Muchos coinciden que una de las características intrínsecas de la juventud es la impaciencia, lo que en ocasiones les lleva a desesperarse y recurrir a la violencia “como forma de expresión de un poderoso descontento del mundo juvenil frente a los adultos”, propone el autor.

Muchembled se pregunta hasta qué punto los jóvenes de hoy en día se sienten “ frustrados por haber tenido que controlar su violencia desde la pubertad y ahora descubren que no han alcanzado ese supuesto éxito social que esperaban”.

En el libro, se apuesta por que el aumento de comportamientos violentos entre los varones jóvenes criados en la cultura consumista universal del siglo XXI es debido a que ahora se escoge, más a menudo, “la vía de la criminalidad para obtener satisfacciones inmediatas, frente a los jóvenes crecidos al amparo de la Guerra de Vietnam”. La tesis defendida por el francés es que el aumento actual de la violencia “es consecuencia del sistema capitalista caracterizado a la vez por la abundancia y por una miseria que esta misma abundancia se hace más insoportable para los excluidos del sistema”. Sin embargo, concluye que “rara vez ese comportamiento violento desemboca en homicidio”. Menos mal.

martes, 2 de noviembre de 2010

Los 'pros' de conocernos mejor

'Y el cerebro creó al hombre' (Planeta)


El cerebro no es más que un órgano. De hecho, si un día no hubiese desarrollado la capacidad de germinar algunos rasgos característicos del Ser Humano, nadie le habría dado tanto protagonismo. Pero resulta que es esta parte viscosa de nuestro cuerpo la que crea la razón de vida del hombre; es decir, la consciencia.

Antonio Damasio, profesor en la Universidad del Sur de California y Premio Príncipe de Asturias de Ciencias en 2005 acaba de publicar Y el cerebro creó al hombre (Planeta), un ensayo sobre neurociencia. Con un lenguaje sencillo, asequible y emotivo, Damasio aborda una cuestión compleja: ¿cuál fue el instante en el que el cerebro cobro consciencia de sí mismo y surgió todo lo bueno y lo malo de la condición humana?

La consciencia puede describirse como la “aptitud que consiste en tener una mente provista de un propietario”, afirma el profesor en su estudio. Sin embargo, Damasio admite que dar una fecha exacta en la que el cerebro empezó a desarrollarse hasta crear la mente es algo complicado, ya que más bien este desarrollo corresponde con un proceso de evolución que aún hoy no ha finalizado. Además, es subjetivo de muchos aspectos extrabiológicos como, pueden ser, los cambios socioculturales que rodean al individuo.

El científico confirma que existen dos conexiones neuronales fundamentales para la creación de la mente: el concepto del “sí mismo como objeto” y el de “mí mismo como objeto que conoce”; es decir: que el hombre sea capaz de identificarse a la vez que sabe que es capaz de identificar a los demás. Esto se lleva a cabo mediante un ejercicio de una identificación de las imágenes, ya que entre el “«sí mismo como objeto» y el «sí mismo como sujeto que conoce» no hay dicotomía, sino continuidad y progresión”.

Antonio Damasio pretende ampliar su target de lectores, indicando que ayudar a comprender la evolución de la mente ayuda a comprender las sociedades: “Mientras los seres humanos debaten acerca de los beneficios o los peligros de las tendencias culturales, y de ciertos avances como la revolución digital, puede sernos de ayuda estar informados acerca de cómo nuestros flexibles cerebros crean la conciencia”. Para Damasio, la conciencia crea el quid de la existencia humana: el valor biológico. La sociología, la antropología, la política…, de lo que se han ocupado ha sido de cómo gestionar este valor biológico. “Si se conoce cómo funciona la consciencia y, por tanto, la subjetividad humana”, continúa Damasio, “podrán desarrollarse nuevas maneras y medios de gestión”.

lunes, 1 de noviembre de 2010

La necesidad utópica



La construcción de imposibles resulta un ejercicio plenamente placentero aunque, eso sí, reconozco que no por ello exento de inconformidad y, quizá, inmadurez pero que, en cualquier caso, resulta necesario para sobrevivir en un mundo cargado de banalidad y nihilismo.

Soy consciente que lo fácil que es posicionarse al otro lado; atravesar la línea de lo real y dejarse llevar por lo indiscutible y lo pragmático, pero no siempre se tiene la suficiente tenacidad para luchar contra lo que uno es. Creo que es un mal que sufrimos a todos los que nos apasiona Dalí, y que nuestras novelas preferidas están escritas en francés.

De la lectura de Sartori (¿Qué es la democracia?, publicado por Taurus) comparto la idea de que la utopía puede traducirse como «contemplación», pero le sumaría el acto de reflexión. El hecho de crear «ciudades ideales», siguiendo a Marx, implica no sólo la idea utópica de materializar un espado que para el socialista resultaba puro sino, también, la representación de que es viable un posible cambio en el sistema de organización social.

Sartre persiguió durante toda su vida la teoría de que el hombre está condenado a elegir. Sin embargo, el exceso de realismo puede impedir este acto de elección si se acepta que la estructura política impuesta es la correcta y la única posible. Por tanto, la reflexión en torno a ideales es lo que debiera llevar al cambio y a la apertura de un abanico de posibilidades que aumente la calidad en la convivencia social.

Las revoluciones románticas se han sustentado sobre esta motivación de ampliar las opciones de los individuos más aún que el hecho de convencer sobre cuál es la tendencia política correcta. Breton afirmó que “la imaginación no es un don, sino el objeto de conquista por excelencia”, y las revoluciones del 68 lo tomaron como eslogan. Realmente, por todo esto, creo que la utopía es necesaria en la política y en lo social, a pesar de que muchas veces su falta de pragmatismo la relegue a la escena de lo absurdo.

No creo que existan estados ideales pero confío en que la imaginación (llamada utopía o llamada absurdo) consiga transportar al ser social a un cambio, a su evolución y a la mejora. Ya que la política parece ser que no es capaz de hacerlo.

La evolución del «Homo Ibericus»

'Homo italicus' (Aliberticastelvecchi)


Hace no mucho tiempo, la socióloga italiana Giusi Miccoli publicó Homo Italicus (Aliberticastelvecchi). Según ella "un manual de amor con el que pretendía hacer reflexionar a hombres y mujeres para que podamos entendernos".

En él, Miccoli aporta doce tipologías diferentes de hombre (trazadas según su relación con las mujeres: el Hombre-Geisha, el Vintage, el Bi-Casado, el Virtual, el Coleccionista, el Simbiótico, el Soltero-Ennoviado, el Maratón, el Velocista, el Autárquico, el Amigo y el Raro. El libro explica cómo los pueden ir mutando de una categoría a otra y que, dentro de cada categoría, existen diferentes subtipos.

Aunque Homo Italicus aún no ha sido traducido al castellano, Miccoli confirma que los tipos de hombre más presentes en España (al igual que en Italia) son tres: "el hombre Amigo, el Coleccionista y el hombre Maratón”. El Amigo es aquel que instaura con la mujer una relación de amistad pero también quiere, eventualmente, sexo. Por el contrario, el hombre Coleccionista es aquel que es capaz de emplear cualquier artimaña para acostarse con una mujer. Su fase preferida de las relaciones es la conquista, y cuanto más difícil se lo pongan, más le interesa. Es aquel tipo de hombre que se mantiene inmóvil en los veintitantos, por eso la franja de edad de mujeres que frecuenta es muy amplia. Por su parte, el hombre Maratón es aquel que, aún sin darse cuenta, termina comprometiéndose. “Tanto en Italia como en España, los rasgos culturales hace que se tienda a la estabilidad, a la compañía. El hombre Maratón es un perfecto compañero de vida una vez que consigue superar sus propios tabúes”, confirma Miccoli.

A la socióloga no le gusta que se diga que su libro es un manual de amor. Ella prefiere que se entienda como "un texto que ayude a que mujeres y hombres se entiendan". A pesar de ello, no ha podido (ni querido) evitar que la lectura resulte divertidísima.