«Ama el arte. De todas las mentiras es la menos falaz»

Gustave Flaubert


domingo, 14 de noviembre de 2010

Cosas de mujeres

Lucía Etxebarría


Los individuos viven en continúa búsqueda de referentes. Es una de las características del Ser Social y de la cultura mediática, que necesita de las clasificaciones. Como lectores pasa lo mismo, sólo que a mi generación (digital) le resulta complicadísimo encontrar las semejanzas con la literatura del Siglo de Oro, por ejemplo. Y, sobre todo, si somos mujeres.

Cuando decidí dejarme matar de hambre por los libros, fue tras la lectura de Amor, curiosidad, prozac y dudas (Planeta), que leí con poco más de diecisiete años. Reconozco que nos es una lectura adecuada para una adolescente al borde de la juventud, pero descubrir a Lucía Etxebarría marcó un antes y un después en mi confrontación con la literatura. Por primera vez tenía en mis manos un libro que me trataba de tú a tú, en el que las mujeres eran las protagonistas, diciendo las cosas claras y trazándose su propio camino. Fue placentero saber que, realmente, querer es poder.

A partir de entonces, mi interés literario se había vuelto mucho más pretencioso, pero era lectura asidua de Etxebarría: Nosotras que no somos como las demás, Un milagro en equilibrio, Cosmofobia… Eso sí, siempre con una cierta nostalgia del Amor, curiosidad… que sólo decidí releer hace a penas unos meses.

Lo mejor de la reedición que Booket hizo de la ópera prima de Etxebarría del 2009, fue el prólogo de la autora, en la que confiesa su relación con Amor, Curiosidad, Prozac y Dudas unos trece años después de haberlo escrito. Confiesa (como ya me han confirmado varios escritores) que no ha vuelto a leer sus libros y que le costó entender el éxito de mercado. Pero, lo que más me gustó, fue coincidir con ella en la atemporalidad de la historia y que, bajo circunstancias diferentes, al fin y al cabo las mujeres seguimos siendo las mismas.

Lucía Etxebarría tiene que ser leída por mujeres. Mujeres que quieren ser mujeres y que no se averguenzan de serlo. Y por hombres que quieren entendernos. O los que, por lo menos, están dispuestos a intentarlo.

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