«Ama el arte. De todas las mentiras es la menos falaz»

Gustave Flaubert


domingo, 7 de noviembre de 2010

Cuando éramos asesinos

'Una historia de la violencia' (Paidós)


Un ensayo recorre el comportamiento agresivo en Europa desde la Edad Media hasta hoy

La crisis, ¡dichosa crisis! 23 millones de parados en toda Europa en marzo de 2009 (según los últimos datos sobre desempleo ofrecidos por Eurostat) alguna consecuencia tendría que tener. “La explicación principal de las oleadas recientes de brutalidad {como las denominadas noches calientes en los suburbios de París en 2005} destructiva en Europa reside en las cada vez mayores dificultades con que se encuentran los más desfavorecidos, especialmente las nuevas generaciones, por hacerse con su parte del pastel social en un período fuertemente marcado por el desempleo y el futuro”, establece el profesor Robert Muchembled en Una historia de la violencia (Paidós). En el libro, el francés analiza el comportamiento agresivo en la Europa Occidental desde el siglo XIII hasta la actualidad.

Durante cientos de años, la conducta violenta ha ido sufriendo mutaciones causales, a excepción de dos constantes que se mantienen a lo largo de los siglos: el sexo y la edad. ”Los implicados son sobre todo varones jóvenes, entre los 20 y 30 años”, indica Muchembled, que atribuye tan sólo un 10% de los delitos de sangre, desde la Edad Media, a las mujeres.

Hommos Homini Lupus

Hasta el siglo XVII, la violencia está relacionada con una cuestión de honor, fruto de un sistema de códigos muy precisos. “La violencia asesina no refleja más que la intensidad de las emociones colectivas que unen a un ser con su grupo, hasta el punto de que la venganza se convierte en una obligación sagrada, ya que la pérdida del honor implica también la pérdida de la honra de la familia”, explica Muchembled.

En el ensayo se establece que la disminución de los comportamientos violentos comienza con la implantación del Estado Moderno, ya que se produce un cambio cultural “importantísimo a consecuencia de una creciente sensibilización ante la violencia y del desarrollo de formas de control internas y externas”. De hecho, Hobbes recuperará, en 1651, el aforismo de Plauto de “el hombre es un lobo para el hombre”, ya que por primera vez es necesario reflexionar sobre si la crueldad del hombre es una cuestión de natura o algo provocado por las dificultades de vivir en sociedad.

La Revolución Industrial trae consigo una dosis de optimismo: como ilustra Muchembled “la imigración a la ciudad provoca un refinamiento y una civilización de las costumbres”. Esto, junto al sistema de multas, hará que cada vez sean menos los que se atrevan a tomarse la justicia por su mano.

Un continente manso

Como se esclarece en el libro, los delitos por homicidio han pasado de un 6% a 0,3 % desde 1560 a 1985. Las cifras, tomadas del británico Kent, resultan esperanzadoras, y Muchembled no duda en afirmar que la mejora ha sido, en parte, consecuencia a las guerras que tienen “más bien un efecto atenuador, salvo cuando van seguidas de una fuerte desorganización, que se convierte en caldo de cultivo de una crisis”. Las condiciones económicas son determinantes, pero la agresividad social también se ve agravada por “situaciones de explosión demográfica combinadas con un malestar fruto de dificultades concretas de integración”. Esto justifica, quizá, la afirmación del francés de que “actualmente sigue existiendo una barrera transparente entre la Comunidad Europea (antes de la ampliación en el año 2000) y el antiguo bloque soviético: mientras que la tasa de homicidios alcanzó el 28,4% en Rusia, en la Europa Occidental fluctuaba entre el 1,6 y el 0,7%”.

Ambiente caldeado

Teorías psicoanalistas plantean que muchos niños han sufrido, alguna vez, deseos de matar a su padre. Una de las peculiaridades del mundo moderno es el aumento de la esperanza de vida, lo que hace que los jóvenes tarden más tiempo en ocupar sus roles sociales. Muchos coinciden que una de las características intrínsecas de la juventud es la impaciencia, lo que en ocasiones les lleva a desesperarse y recurrir a la violencia “como forma de expresión de un poderoso descontento del mundo juvenil frente a los adultos”, propone el autor.

Muchembled se pregunta hasta qué punto los jóvenes de hoy en día se sienten “ frustrados por haber tenido que controlar su violencia desde la pubertad y ahora descubren que no han alcanzado ese supuesto éxito social que esperaban”.

En el libro, se apuesta por que el aumento de comportamientos violentos entre los varones jóvenes criados en la cultura consumista universal del siglo XXI es debido a que ahora se escoge, más a menudo, “la vía de la criminalidad para obtener satisfacciones inmediatas, frente a los jóvenes crecidos al amparo de la Guerra de Vietnam”. La tesis defendida por el francés es que el aumento actual de la violencia “es consecuencia del sistema capitalista caracterizado a la vez por la abundancia y por una miseria que esta misma abundancia se hace más insoportable para los excluidos del sistema”. Sin embargo, concluye que “rara vez ese comportamiento violento desemboca en homicidio”. Menos mal.

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