«Ama el arte. De todas las mentiras es la menos falaz»

Gustave Flaubert


sábado, 18 de diciembre de 2010

Los dueños del mando

'Homo Videns' (Taurus)

El hombre no es más que una marioneta en tiempos de dictadura visual. En torno a esta idea gira Homo Videns: La sociedad teledirigida (Taurus) de Giovanni Sartori, cuya lectura considero completamente necesaria para entender, más allá de la filosofía de bar, cómo la televisión nos hace más tontos.

Desde que la “caja tonta” se popularizase y ocupase un lugar privilegiado en la vida de los humanos, el esfuerzo para volvernos seres “inteligentes” ha mutado en la necesidad para ser seres “informados”. Esto no capacita para sobrevivir en la sociedad del hágalo usted mismo (siguiendo a Ulrich Beck) ya que, por mera natura, la televisión mimetiza la realidad por varias razones. La primera, porque si no hay imágenes no hay noticia y esto, como muy bien explica Sartori, es algo peligroso. El ejemplo que él utiliza es que, normalmente, el espectador tiene la posibilidad de observar las consecuencias de un crimen pero, sin embargo, rara vez se aporta la versión del asesino lo que anula el concepto de imparcialidad necesario para la generación de conocimiento. Por otro lado, el medio también promueve, de manera automática, la subinformación y la desinformación, que se traduce en “medio verdades” y “medio mentiras”. Un ejemplo de ello podrían ser los sondeos y las entrevistas casuales, cuyos resultados dependen del entrevistado y no del entrevistador.

Homo videns es, por tanto, un manual de periodismo y de buena praxis para el espectador, donde se dan los motivos por los cuáles es mejor dudar que asentir como simples robots controlados y programados para pensar tal y cómo quieren que pensemos los poderosos. Porque aunque los medios de comunicación se declaren como simples meros intermediarios entre los gobernantes y los gobernados, tras ellos se esconde la mano de los que ansían conseguir votos.

Sartori dice que “en televisión las mentiras se venden mejor”, augurando una consecuencia a la que yo también me uno: si perdemos la capacidad de abstracción, perderemos también la capacidad de distinguir entre lo verdadero y lo falso. ¿Qué nos quedará entonces?

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